Un arrantzale de Lekeitio ha muerto mientras faenaba en aguas del Golfo de Guinea. El contramaestre del «Txori urdin» trabajaba para la empresa INPESCA de Bermeo y murió cuando, con ayuda de una polea, procedía a cargar carreteles de redes y uno de ellos se le vino encima. Un accidente laboral que pone de manifiesto la dureza de un oficio que se torna más sacrificado, si cabe, cuando se le suma la distancia, que en demasiadas ocasiones es sinónimo de menos seguridad, cuando no de peligro abierto. Lo veíamos recientemente con el «Playa de Bakio», pero no hablamos sólo del riesgo de sufrir secuestros motivados por la penuria e inestabilidad que décadas de injusto reparto de riqueza han sembrado en áreas enteras de África, sino de las dificultades cotidianas para recibir asistencia médica que soportan muchas tripulaciones, por la lejanía del puerto y porque faltan servicios de asistencia a los barcos.

Hablamos de un sector en el que se dan situaciones muy diversas y en el que los grados de riesgo también son distintos. En todo caso, las dificultades añadidas de campañas de pesca como ésta en la que ha fallecido un arrantzale vizcaino no eximen de la necesidad de analizar con todo rigor las pautas de trabajo que se siguen y si éstas priman la seguridad o se guían más bien por exigencias de índole económica.