Corría el verano de 1988. Año en el que Holanda y la antigua Unión Soviética disputaron la final de la Eurocopa. El partido quedó marcado eternamente por el golazo de volea que anotó Marco Van Basten en la segunda mitad. En aquel conjunto naranja jugaban Van Breukelen, Koeman, Van Tiggelen, Vannenburg o Wim Kieft, integrantes de la plantilla del PSV, que bajo la batuta de un técnico llamado Guus Hiddink, se había proclamado campeón de Europa pocas semanas antes.

Veinte años después, Van Basten, «El cisne de Utrecht», es el seleccionador holandés -aunque el 1 de julio pasará a dirigir al Ajax-, mientras que el entonces técnico del PSV -eterno rival de los de Ámsterdam- entrena al equipo ruso. El juego desplegado por sus equipos invita a pensar que la contienda de hoy, a las 20.45 en Cuatro, deparará un enorme espectáculo. Los tulipanes son los claros favoritos, pero el retorno de Andrei Arshavin ante Suecia supuso un soplo de aire fresco para Rusia y el buen hacer de Hiddink pueden obrar el milagro. De hecho, ayer, el entrenador no dudó en decir que no le importaría «ser el mayor traidor de Holanda».

Durante su larga trayectoria como entrenador de élite, este técnico ha logrado varios hitos de importante renombre además de la «orejona» con el PSV. Así, logró hacer un buen papel en el Valencia y fue el entrenador que eligió José Julián Lertxundi en las elecciones del Athletic que perdió en 1994. Pocos meses después cogió las riendas de la selección holandesa. Con la orange completó un discreto papel en la Eurocopa de 1996, donde cayó en cuartos ante Francia, pero siguió en el cargo. Algo que agradecen los hinchas holandeses, ya que en el Mundial de 1998 fue capaz de conjugar el talento del Ajax que ganó la Copa de Europa cuatro años antes con la aportación de grandísimos jugadores como Dennis Bergkamp, Philippe Cocu o Jonk. De aquel torneo sólo siguen Van der Sar y Ooijer.

Sus últimos éxitos han venido de la mano de dos selecciones con poco cache en el panorama internacional... hasta que las cogió Guus Hiddink. El holandés dirigió a Corea del Sur en su mundial y colocó a los asiáticos en las semifinales.

Tras su paso por oriente, decidió embarcarse en la aventura de meter a Australia en un Mundial 32 años después. Lo consiguió venciendo a Uruguay en la eliminatoria final. Una vez en el campeonato, los socceros lograron pasar la primera fase.

Después de años de travesía por el desierto, más o menos desde la desintegración de la URSS, los dirigentes de la Federación Rusa decidieron llamar al `mago Hiddink'. Los gastos de su ficha, 2'5 millones de dólares más incentivos, corren a cargo de Roman Abramovich y, por el momento, ha conseguido el objetivo con creces. Primero, metió a Rusia en la fase final de la Eurocopa. Y ahora, entrando en cuartos tras superar el nefasto comienzo ante España. Una generación de buenos futbolistas, encabezados por Arshavin, ha vuelto a colocar al fútbol ruso en la élite tanto a nivel de selección como con el título de UEFA logrado por el Zenit. Con esas bases, esta noche, Hiddink puede engrandecer aún más su leyenda al ajusticiar hoy a su país.

Uno de los mejores entrenadores del mundo, cuyo perfil, además, está adornado de distinciones por el papel de su familia durante la II Guerra Mundial, en la que ayudaron a los judíos de Holanda durante la ocupación nazi.