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Raimundo Fitero

Partituras

Ayer era el Día Europeo de la Música y casi todo lo que escuchamos desde los poderes de la UE desafinaba. Para ser sinceros, lo más afinado es un anuncio de un automóvil en el que una orquesta toca una bonita pieza con instrumentos que están realizados con diferentes partes del propio coche. Una vez más debemos entender que los chicos creativos de la publicidad, superada su función básica de incitación al consumo directo de un producto, se dedican, con el permiso de sus patrocinadores, es decir sus clientes, a hacernos más llevaderos los minutos de «ahora volvemos». Y aquí debemos señalar que es un acierto advertirnos de cuántos son esos minutos, porque así podemos emprender esas labores propias de los intermedios con la seguridad de no perdernos nada, a no ser que no tengamos nada que hacer y entonces nos perdamos buscando en las otras cadenas algo que no sean los mismos anuncios o las mismas músicas.

Cuesta ponerle una música a la última directiva sobre la inmigración salida de una partitura con demasiadas fusas. El deterioro de los conceptos básicos de la identidad del ser humano, como poseedor de unos derechos inalienables se va perdiendo al gusto de las multinacionales y de los demás poderes fácticos que se enroscan siempre en todo lo que sea la economía como una infantería del capital, es decir, del dinero silente o ensordecedor, que se mueve al ritmo propicio de los movimientos telúricos de las transaciones bursátiles.

Las detenciones, retenciones, deportaciones de personas en base a una supuesta ilegalidad, son siempre una marcha militar que en demasiadas ocasiones se convierte en fúnebre. El dinero viaja en maletines o por internet, las masas de capital no tienen fronteras ni aduanas, pero los seres humanos despertamos ilegales en cuanto nos pasamos una parada del metro. Y todo esto tiene una partitura europea que suena fatal, a himnos y charadas patrióticas grandilocuentes. Claro que siempre nos queda escuchar en una esquina a algún inmigrante tocando sus instrumentos de reciclaje pidiéndonos una limosna musical. Soltamos calderilla para aliviar nuestra responsabilidad en la actual situación de ruido europeo.

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