Sucesión del obispo de Donostia
Roma prepara un golpe de timón en la iglesia vasca
El nombramiento del nuevo obispo de Donostia, en sustitución de Juan María Uriarte, se aventura como un movimiento de calado de la Santa Sede para cambiar el rumbo de la Iglesia vasca, tachada de «progresista» por los sectores más reaccionarios y españolistas.
Agustín GOIKOETXEA
Aunque era algo previsible a la vista de las informaciones aparecidas en diferentes foros y medios reaccionarios españoles, la renuncia de Juan María Uriarte a la diócesis de Donostia el mismo día en que cumplió los 75 años -el 7 de junio- está generando ríos de tinta y alborozo en aquellos que auguran que Roma, asesorada por el cardenal español Antonio María Rouco Varela, que participa en la Congregación de Obispos, pretende dar un golpe de timón en la Iglesia vasca.
Por encima de quinielas y de la fecha de la renuncia ante el Papa por razón del Derecho Canónico, la comunidad diocesana de Gipuzkoa contempla asombrada los ataques furibundos hacia la figura del prelado de Fruiz y teme que la Santa Sede imponga un obispo alejado de la realidad de la diócesis y formado en otros lares. Un anticipo fue la designación del gernikarra Mario Iceta Gavicagogeascoa como obispo auxiliar de Bilbo, que desató un gran revuelo en el seno del Consejo Pastoral y otros órganos de representación diocesanos, así como protestas y dimisiones. Su perfil conservador, alejado de la realidad vizcaina, sigue provocando a día de hoy muchas suspicacias entre los sectores católicos progresistas.
El periodista y jesuita Txema Auzmendi no oculta que los antecedentes no son nada halagüeños y aboga por que en el siglo XXI los cauces de participación y elección cambien en el seno de la Iglesia, en vez de aguardar, en algunos casos con temor, a la elección que se haga desde la Curia vaticana, distanciada de la realidad vasca. Este miembro de la Compañía de Jesús en las últimas cuatro décadas incide en que en el proceso de sucesión que se ha abierto existen «intereses externos» a la comunidad diocesana guipuzcoana y se pregunta «hasta qué punto el Vaticano ha estado adecuadamente informado de la labor de Uriarte y de quienes componen la diócesis. A Roma -subraya- ha llegado que es muy abertzale, demasiado marcado, y le han convertido en la bestia negra», como antes sucedió con José María Setién. De lo que no duda el jesuita es de que la Conferencia Episcopal Española (CEE), con Rouco Varela al frente, tratará de «orientar» la decisión de Roma hacia un perfil de obispo «menos conflictivo».
Auzmendi defiende la labor realizada por Uriarte en sus ocho años al frente de la diócesis donostiarra, en aspectos como su defensa de los derechos, también el de autodeterminación y el derecho a decidir cercanos a la mayoría social de Gipuzkoa. Además, entiende que el sucesor debe ser euskaldun y que trabaje en encauzar la resolución del conflicto que vive Euskal Herria «sin hacer política de partido».
Una Iglesia vasca «a la española»
«Es verdad que el giro hacia posiciones anteriores al Concilio Vaticano II que se está desarrollando con Juan Pablo II y Benedicto XVI obedece a un cerrar filas en torno a doctrina-normas-ortodoxia por miedo a la apertura postconciliar, que en Euskal Herria ha calado profundamente, ya que la Iglesia vasca -en sus diferentes ámbitos como son la Iglesia de base, movimientos comprometidos con la cultura, euskara, sindicatos, política; algunos jerarcas como Setién, Añoveros... en una historia de más de 30 años- se ha ido configurando en este pueblo aportando y caminando en la vida y los procesos que se han ido llevando», reflexiona un sacerdote con el que ha hablado GARA, al analizar las causas que mueven a las autoridades eclesiales españolas y vaticanas a dar un golpe de timón.
Este cura estima que los jerarcas han decidido intervenir definitivamente: «No en balde la Iglesia española se ha visto interpelada en ocasiones con escritos y pronunciamientos que ha intentado acallar y controlar. Ahora ven esto más posible desde unas cabezas no tan discordantes». Cree que la Iglesia española «intentará controlar y gobernar con cabezas más acordes a sus posiciones, poniendo un obispo que en la diócesis de Donostia `sanee' o dé uniformidad a su estilo y al estilo de lo que se impone en Roma, que más o menos es parecido. Las acusaciones de abertzalismo del clero vasco y de confundir fe con nacionalismo vasco, y posturas poco nítidas contra ETA y hablar de violencia de Estado, equiparando términos, se acabará», vaticina.
Desde el santuario de Arantzazu, Iñaki Beristain, que responde con un «¡dichosa sucesión!» cuando se le requiere sobre su opinión, considera que se está politizando e ideologizando en exceso todo lo que rodea a Uriarte. Tras aclarar que desconoce los «intríngulis» que lo condicionan, el franciscano apuesta por que el recambio «conozca la diócesis por dentro», ya que «algunos nombramientos que ha habido se hacen difíciles de entender. Al elegirlo desde fuera, se hace desde fuera de la realidad de la comunidad diocesana».
Todas las fuentes consultadas huyeron de la dicotomía que se propone desde diversos medios de comunicación: línea abertzale menos evangélica o línea evangélica menos abertzale. Desde la comunidad diocesana subrayan que las características del sucesor de Uriarte obedecerá «a lo que Roma decide desde sus intereses. Será, como no puede ser de otra manera, reaccionario y acentuará contradicciones en una Iglesia que sabe mucho de pase foral y no tan manipulable como creen. La sabiduría de nuestros mayores y el sentido común prevalecerán a los desembarcos disciplinares».
Los detractores del prelado vizcaino le atribuyen tener cierto grado de responsabilidad en la falta de vocaciones y el avance imparable de la secularización en Gipuzkoa, aunque la Iglesia sigue siendo un agente de gran peso específico en el ámbito político y social. Gipuzkoa no tiene seminaristas.
«No es verdad. Antes de que estallara esta marea de laicismo, en 1968, se cerró Loiola y los novicios tuvimos que optar entonces por continuar los estudios en Aragón y Catalunya», recuerda Txema Auzmendi, que añade que «la crisis es una realidad, pero antes de que llegasen Kiko Argüello y su movimiento neocatecumenal».
El periodista considera una «aberración» que se le achaque a Juan María Uriarte responsabilidad alguna en la secularización de la sociedad y en el vaciado de los templos. «Es verdad que la crisis se viene agudizando pero no por las razones políticas que se apuntan», señala. Explica que es «un fenómeno mundial que también está llegando a Latinoamérica e India. El que no lo quiera ver...». Por tanto, Auzmendi cree que se ataca al obispo con este argumento como podría ser con otro con el fin de desprestigiarle.
Desde el mirador de Arantzazu, Beristain manifiesta que si la denostada secularización significa que exista una perfecta delimitación de los campos de influencia de Estado e Iglesia católica le parece adecuada. Además, cree que no es real el planteamiento de que un cambio de rumbo radical, como azuzan desde los sectores más reaccionarios de la Iglesia española, vaya a reflotar las vocaciones y nutrir a los maltrechos seminarios vascos. Al contrario, estima que hay otras ideas en las que deben avanzar, como el papel que tienen que asumir los laicos en la comunidad diocesana.
Una de las reivindicaciones principales que se plantean de cara a la sucesión en la comunidad diocesana es que el nuevo prelado de Donostia se haya formado en los seminarios vascos. El jesuita estima que con candidatos como el obispo de Palencia, el zumarragarra José Ignacio Munilla, «se busca otro talante, el de los sacerdotes que se han formado en el seminario de Toledo, donde prima la figura de autoridad del sacerdote previa al Concilio Vaticano II».
«El sacerdote debe ser uno más. El que se opte por el principio de autoridad nos aleja de otras gentes. Parece que algunos buscan eso», argumenta Txema Auzmendi, antes de apostillar que aboga por construir una Iglesia católica «con otros valores», aunque teniendo claro que la política, «no de partido, es parte de nuestra vida».
Tampoco satisface la figura de Munilla a Iñaki Beristain, quien cree que el futuro obispo tiene que inclinarse por el desarrollo pleno de las directrices del Concilio. Uriarte, según los expertos, es uno de los obispos de la Conferencia Episcopal Española que más se ha implicado en las reformas propugnadas por el Vaticano II; ahí están sus esfuerzos en 1976 por crear en Bizkaia, como auxiliar de Luis María Larrea, la Asamblea Diocesana, germen de la actual organización de las diócesis vascas.
Quienes conforman la comunidad diocesana guipuzcoana son optimistas. «Claro que hay solución y es sabida: caminar junto a este pueblo en sus retos y dificultades, intentando aportar desde lo propio, mensaje de salvación hoy y aquí encarnado. Pero para eso -lamenta un veterano sacerdote- no ha habido conversión permanente y adecuada, la Iglesia está más preocupada en su `tinglado', cómo mantener-conservar, que realmente en las vías de solución».
«La Iglesia vasca es más que sus jerarcas, no se ha alejado de la fe, la vive en muchos compromisos y de muchas formas, y los creyentes están donde su coherencia les ha llevado y la Iglesia se ha quedado en otras posiciones, me refiero a la organización eclesial. La Iglesia tiene muchas asignaturas por aprobar para ser referente válido. Es el mismo problema que el de la clase política -aclara un cura-, los dirigentes políticos que tienen suspenso y un pueblo que sigue esperando pasos en aras de soluciones».
Una de las últimas decisiones del prelado dimisionario ha sido la de otorgar el nihil obstat a una versión revisada del libro de José Antonio Pagola ``Jesús, una aproximación histórica'', decisión en la que, según algunas fuentes de la diócesis guipuzcoana, Uriarte ha contado con el aval del cardenal Antonio María Rouco Varela y el arzobispo emérito de Iruñea, Fernando Sebastián. La obra del ex vicario de José María Setién escapa así de la delegación española de la Congregación para la Doctrina de la Fe, la versión moderna de la Inquisición, aunque hay quien no ceja y mira a las decenas de miles de copias vendidas del libro original.
JUNIO DE 1933
El 7 de junio de 1933 nace en la localidad de Fruiz. Fue ordenado sacerdote el 28 de julio de 1957. Es licenciado en Teología por Comillas y Sicología por Lovaina.
SETIEMBRE DE 1976
Con 43 años, tras cuatro años como rector del Seminario Mayor de Derio, es designado obispo titular de Marazane y auxiliar de Bilbo. Impulsa la Asamblea Diocesana.
OCTUBRE DE 1991
Es nombrado prelado de Zamora, lo que es considerado como una «advertencia» del Vaticano a la Iglesia vasca por su compromiso con la realidad de Euskal Herria.
OCTUBRE DE 1998
Actúa como mediador entre el Gobierno español y ETA. Comunicó a la organización armada la disposición del Ejecutivo Aznar a dialogar, previo a una reunión en Zurich.
ENERO DE 2000
Juan Pablo II le nombra obispo de Donostia en sustitución de José María Setién, que presentó su renuncia al Papa tres años antes y exigió que no se hiciese pública.
JUNIO DE 2008
Envía su renuncia a Benedicto XVI en virtud de lo recogido en el Derecho Canónico. Retornó de Roma apesadumbrado al no ser atendidas sus recomendaciones.
7
es cuando el obispo titular de Donostia presentó su renuncia al cumplir los 75 años, tal y como lo estipula el Derecho Canónico.
QUINIELAS: LOS NOMBRES QUE SUENAN
Carlos AYERRA
Párroco de Zangoza
La marcha del cardenal de Toledo, Antonio Cañizares, al lado de Benedicto XVI a ocupar el Dicasterio de Culto Divino y Disciplina de los Sacramentos puede acarrear que el obispo de Bilbo, Ricardo Blázquez, logre su ansiada archidiócesis tras cerca de trece años en la diócesis de Bilbo y cuatro en la presidencia de la Conferencia Episcopal Española (CEE). Fuentes eclesiásticas consideran que así la Curia vaticana «pagará» la labor realizada en la diócesis vizcaina, dando el placet al conservador Mario Iceta y allanando el camino al cambio de rumbo que Roma quiere imprimir definitivamente a la Iglesia vasca en la sucesión de Juan María Uriarte. A pesar de la intensidad de los rumores, habrá que esperar a su confirmación, al no ser la primera ocasión en que se aventura que el abulense será arzobispo en breve -Iruñea, Valencia, Zaragoza y Toledo- y en las quinielas aparecen otros candidatos de peso y con buenos padrinos en la Santa Sede.
El relevo de Blázquez podría ser el prelado de Gasteiz, Miguel Asurmendi, que también se postula como recambio «moderado» de Juan María Uriarte en Donostia en contraposición a una terna de jóvenes reaccionarios conformada por el guipuzcoano de formación toledana José Ignacio Munilla y los navarros Carlos Ayerra Sola y Mikel Garciandia Goñi. El salesiano navarro ha ocupado la diócesis alavesa el mismo tiempo que Ricardo Blázquez la vizcaina. Para el puesto de Asurmendi Aramendia, de 68 años, se apunta la candidatura del burgalés Raúl Berzosa, obispo auxiliar de Oviedo desde 2005, aunque no faltan otros nombres, como el del propio Munilla.
A su vez, según fuentes diocesanas, el recién ordenado auxiliar de Bilbo, Mario Iceta, tendrá que aguardar unos años para alcanzar la titularidad de la diócesis y postularse para otros cargos de responsabilidad. Su labor es ahora la de «domar» a la comunidad diocesana vizcaina, que aguarda sus movimientos con temor. En todos los casos, detrás de los nombramientos no se contempla ni una mera consulta a la comunidad católica vasca, lo que es criticado sin ambages en el seno de ésta, especialmente entre la amplia representación laica que ha ido asumiendo responsabilidad en virtud de las reformas del Concilio Vaticano II.
Mikel GARCIANDIA
Profesor del Seminario de Iruñea