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«Ir a los Juegos también es una ilusión como médico deportivo»

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Jacobo VÁZQUEZ ALTUNA

Médico Deportivo

Mientras celebraba todavía la permanencia del Eibar, al que llegó el pasado verano, Jacobo Vázquez Altuna empezaba a hacer las maletas. Ayer mismo partió rumbo a Brasil para reunirse con la selección femenina de balonmano de ese país. Por delante tiene mes y medio de viajes y torneos que desembocarán en la gran cita; los Juegos Olímpicos, algo con lo que «siempre había soñado» este donostiarra.

Amaia U. LASAGABASTER |

Los deportistas serán los grandes protagonistas de los Juegos Olímpicos, pero junto a ellos llegará a Pekín otro buen número de personas que afronta la cita con idéntica ilusión. Por ejemplo, Jacobo Vázquez Altuna, médico del Eibar y de la selección femenina de balonmano de Brasil, gracias a la que, dentro de mes y medio, cumplirá uno de los sueños de su vida.

La primera pregunta es de cajón. ¿Cómo llega un médico donostiarra a la selección brasileña?

Yo estudié Medicina Deportiva en Brasil, en Sao Paulo, y luego estuve trabajando en una Universidad de allí durante un año. Desde entonces suelo ir regularmente a dar cursos, charlas... Hace cuatro años me llamaron para dar un curso sobre «Evaluación funcional en deportes equipo» y conocí a un español, Juan Oliver, de la Universidad de Sevilla, que además era asesor de la Federación Brasileña de Balonmano.

A los seis meses me llamó para participar en un congreso y para entonces ya era seleccionador. Me dijo que le gustaba mi trabajo y me preguntó si quería hacer un ciclo olímpico con la selección. Y me animé, claro.

Su relación con Brasil, por tanto, comienza antes. ¿Cómo le dio por estudiar allí?

Cuando yo hice Medicina Deportiva aquí no existía esa especialidad. Todos los de mi quinta hemos estudiado fuera, en Francia, en Inglaterra, en Alemania... Cuando ya se hizo aquí la carrera, nos hicieron un examen de convalidación y ahora ya somos todos médicos deportivos de aquí, pero todos tenemos titulación extranjera.

Yo elegí Brasil porque hay una escuela muy buena. Uno de los principales dirigentes de la medicina deportiva mundial es brasileño y es el director de la escuela. Y como conoce a todo el mundo, suele tener allí a los mejores profesores alemanes, ingleses... Son unos cursos de muy buen nivel.

Una elección que, de una manera u otra, ha acabado permitiéndole participar en unos Juegos Olímpicos. ¿Qué supone para usted? ¿Es comparable a lo que puede sentir un deportista?

Supongo que siendo deportista será otra historia, pero como médico deportivo también es una ilusión que he tenido toda la vida. Siempre he visto los Juegos Olímpicos por televisión y pensaba ¿algún día estaré al otro lado de la televisión? ¿Podré vivirlo desde dentro? Y cuando se me presentó la ocasión, me dije, esto tengo que aprovecharlo como sea.

Y además tengo la suerte de trabajar con un gran grupo, muy trabajador y con la ilusión del que está creciendo. Porque la selección ha pasado del número veintitantos en el ranking mundial al octavo puesto más o menos. Estamos muy a gusto y ahora además vamos a hacer realidad el sueño de vivir unos Juegos desde la Villa Olímpica.

Ahora estará dos meses con las jugadoras pero, durante el resto del año, ¿en qué consiste su trabajo? ¿Cómo lo hacen?

Para empezar, tenemos claro que no podemos interferir en la programación de sus equipos, que además son los mejores del mundo. Menos una o dos, todas las jugadoras están en los mejores equipos europeos y, de hecho, tenemos cinco o seis que han estado este año en las finales europeas.

Cuando nos juntamos, hacemos una evaluación muy concreta: evaluamos todas las capacidades y detectamos las carencias. Les preparo un programa sencillo, de dos días por semana, cada día media horita, para corregir esa carencia; ellas lo hacen en su casa y van mejorando. Así que no interferimos en el trabajo de sus equipos, simplemente añadimos un par de entrenamientos cortitos.

No sólo no interfieren; también salen beneficiados.

De hecho, hay muchos equipos europeos que han copiado nuestros entrenamientos y lo llaman el «entrenamiento brasileño». En su día grabé unos vídeos con ejercicios de fuerza, de coordinación... Entregamos uno a cada jugadora y, dependiendo del resultado de las evaluaciones, a cada una le decimos que haga el seis, el siete o el ocho, de tal o cual manera. Y como son ejercicios muy buenos, muchos equipos lo han introducido en su rutina. Incluso el material que utilizamos, que lo compro yo en Gasteiz, ellos también lo compran aquí. Se vende en más sitios, pero como han copiado todo, hasta el material lo compran aquí. Es un trabajo muy bueno para el rendimiento y para la prevención de lesiones.

Antes de fichar con la selección ha tocado muchos palos. Fútbol con Logroñés y Eibar, baloncesto con Datac, balonmano con Akaba... ¿Hay diferencias a la hora de trabajar?

Son parecidos. Duran más o menos lo mismo, porque en baloncesto y balonmano se juega a tiempo real; los movimientos son muy parecidos, giros, saltos...; y las lesiones también son muy parecidas. A nivel fisiológico apenas hay diferencias y, de hecho, los test y la forma de trabajar son los mismos.

¿Y entre hombres y mujeres?

La principal diferencia no tiene nada que ver con el físico. La mujer está peor pagada, así que tiene alternativas, es universitaria o trabaja. Para los hombres, el deporte profesional suele ser su único medio de vida.

La fuerza o la velocidad, lógicamente, son diferentes, pero la exigencia es la misma. Y a nivel de lesiones, también es parecido. Puede que el hombre sea más duro, pero no porque lo sea físicamente, sino por lo que hemos dicho antes. El hombre tiene que recuperarse y jugar porque sí, porque es su modo de vida. La mujer muchas veces piensa, bueno, en realidad soy aparejador, así que me dedicaré a eso y dejaré el deporte.

¿Y entre razas?

La raza negra tiene más potencia. Por ejemplo, para balonmano están muy dotados pero, ¿qué pasa?, que el balonmano es un deporte europeo, así que les falta mecánica, técnica, y por eso mismo tienen más riesgo de lesionarse, por ejemplo. Pero en Brasil tenemos ahora jugadoras potentísimas, que como ya llevan diez o quince años jugando a balonmano, han aprendido la técnica, los movimientos, y están en los mejores equipos. Si unes la técnica a la característica de la raza, consigues la jugadora diez.

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