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Salir en la tele

Ines INTXAUSTI

Crítica de televisión

Salir en la tele es ese tipo de experiencias que no pueden ser imaginadas si no te han ocurrido personalmente. Hace unos años hubo un incendio en la comunidad gemela de mi casa y el único que se libró del fuego y de la muerte fue un señor bajito y gallego al que unos chiquitos bolivianos que vivían abajo salvaron la vida pasándolo hasta nuestro balcón. El hombre estaba dispuesto a lanzarse al vacío con la esperanza de caer sobre almohadones, pues no era un suicida. Pero lancémonos al grano. Todo esto ocurría a las 2 de la mañana y el viento sur sopló de ganas para librarme de la pérdida. Al día siguiente la prensa, la televisión y la radio nos visitaban y les narrábamos la desgracia como testigos presenciales. Mi balcón era el punto álgido de la noticia. Y allí aparecí yo diciendo una frase que acaba de oír a los bomberos. Unos grandes profesionales ignífugos que conocen este tipo de problemas desde todos sus puntos de vista. Recuerdo que el corte que tuvo a bien seleccionar Urtzi Arriaga, el reportero de aquel fin de semana, fue: «Al principio solamente salía un humo muy negro de la casa, cuando vimos el fuego desarrollado también nosotros huimos como pudimos...».

Bueno pues esa breve aparición me convirtió casi en una estrella mediática. De hecho en algunos sitios de Bilbo me conocen como «La del incendio». El otro día sin ir más lejos un camarero de una cafetería me lo recordó de la siguiente manera. Le pedí un cortado y respondió: ¿Qué susto, eh? No sabía de qué me estaba hablando aquel señor. ¡Cómo imaginarlo tres años después! «Sí, tú saliste en la tele cuando lo del fuego en Sanfran». Evidentemente el fuego es muy poderoso. En todos lo sentidos. Si hubiera salido criticando a mi cuñada con Patricia el efecto hubiera sido otro. Y no digamos si me hubiera desnudado en la portada (y la contraportada, soy XL) de Entreviú. Y estos dos últimos ejemplos no serían sino efímeras efemérides en la memoria colectiva. Los fuegos y las aguas, sin embargo, cada vez que aparecen, estremecen nuestros recuerdos.

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