Raimundo Fitero
Máximos
Me encantaría poder tirar de un adjetivo y que me saliera una ristra que ocupara dos kilómetros de mi camino empedrado hacia la fogata del delirio místico en el que han entrado algunos medios de comunicación porque la selección de fútbol del Borbón haya pasado por penaltis a la siguiente fase de la Eurocopa. Pero no los encuentro. Ni uno. Los malgastaron todos a la manera suntuaria de los cruzados. En una radio rezaron un padrenuestro. En una tele estaban más pendientes de las reacciones de su negocio que del sujeto. Muerto para la selección Raúl González, han encontrado en Iker Casillas el nuevo banderín de enganche. Es un santo, es Dios, y lo único que hizo fue cumplir con sus obligaciones con bastante eficacia. El resto forma parte de las exageraciones que provocan todos los excesos, y el patrioterismo barato que se unta con las gestas deportivas, resulta ser el más tóxico. Y adictivo.
Lo incuestionable es que según el auténtico oráculo, es decir, los medidores de audiencia de Sofres, el momento de los penaltis, congregó el número máximo de telespectadores de la historia de la televisión desde que se realizan mediciones sistematizadas. Este detalle es fundamental, porque antes, probablemente, han existido todavía momentos con más personal viendo algún programa que los cerca de dieciséis millones que concitó el gol marcado por Cesc Fábregas, que si lo llega a fallar, ni san Iker, ni san Dios; a la calle. Un máximo histórico que nos deja asustados, porque en esa otra manera de aplicar las reglas de las pesas y medidas que son los porcentajes, significa que más del setenta por ciento de quienes estaban a esa hora frente al televisor, lo hacían conectados, en esta ocasión, a Cuatro que logró en todo el domingo el treinta por ciento, más del doble que su media habitual. Es decir, fútbol con himnos, y banderas es dinero. Por lo tanto, los de esta cadena están felices porque sigue el negocio. Así que alucinen y se pongan tan contentos y derrochen optimismo. Las otras cadenas a lo suyo, defendiéndose de la rapiña futbolera, pero las radios con la misma euforia de incremento de audiencias y publicidad. A tope, rompiendo máximos.