Maite SOROA
¡Cómo está el PP!
Ya terminó, ¡por fin!, el dichoso congreso del Partido Popular español. Y cada cual ha sacado sus propias impresiones sobre el resultado del cónclave. Los ganadores satisfechos y los perdedores que fuman en pipa. Federico Jiménez Losantos se cuenta entre los últimos y ayer expresaba su rabia en «El Mundo», refugio de los más montaraces aznaristas, jaleados por un director que sólo sueña con poner y quitar gobernantes y guiar desde su despacho el rumbo de la derechona.
Para el radioprediocador «ningún partido sobreviviría a un enfrentamiento estratégico como el del buenismo maligno de Rajoy contra la fobia personal de tantos contra Rajoy». El enrabietado columnista dice que «hace sólo cuatro años, pero muy largos, los notables del PP aceptaron la elección de Mariano por Aznar como mal menor, como la forma más cómoda de evitar querellas intestinas y conflictos de ferocidad imprevisible. En el congreso de Bulgaria, Rajoy ha conseguido poner otra vez de acuerdo a todos los líderes importantes del PP de Aznar. Pero todos, incluido Aznar, coinciden ahora en lo contrario que entonces: Rajoy, el mal menor, es ahora el mayor de los males. Y sólo la misma molicie egoísta, hija del Poder, que ayer propició su aceptación permite hoy su trabajosa y amenazada supervivencia». Lo lleva mal Federico.
Ahora le ha dado por rebautizar a Valencia como Bulgaria y sentencia que «no es que de Bulgaria salgan, como sería lógico, leales y desleales a Rajoy. Es que no hay un solo barón o baronesa que le sea leal a Rajoy. Ni siquiera el propio Rajoy, cuyos dos discursos han oscilado entre la mezquindad personal y la doblez política de un líder que no es sentido como tal ni por los suyos ni por sí mismo». Y para coronar su alegato, Losantos sentencia que «lo que, tras Bulgaria, hace del PP un partido muy roto y fatalmente condenado a romperse mucho más, es que si el discurso de Rajoy se sostiene en una apoyatura fáctica carente de convicción, el discurso de Aznar está sobrado de convicción pero no tiene ni ha buscado ninguna apoyatura fáctica». O sea, la hecatombe. ¡Pues qué bien!
No se pierdan la tanda de insultos que queda para la traca final: «es difícil traicionar políticamente tanto y en tan poco tiempo como Rajoy, que ha celebrado el Dos de Mayo imitando a Carlos IV y Fernando VII pero fingiéndose Napoleón. Pero también es difícil combatir menos que la casta dirigente española en 1808 y que los líderes del PP dos siglos después». ¡Vaya cabreo arrastra Federico!