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Patxi Azparren Olaizola Miembro de Euskaria Fundazioa

Hacia un segundo Ajuria Enea o hacia un nuevo Lizarra-Garazi

Mayor interés tiene un Lizarra-Garazi II, ya que, al contrario de Ajuria Enea, no es un thriller de final cerrado y resabido, sino que se presenta un guión inconcluso en su día que permite un segundo capítulo para conseguir un auténtico taquillazo

El largo conflicto que padecemos en Euskal Herria muestra cíclicamente picos de tensión y distensión en torno a los que se acumulan la esperanza y los intereses de la ciudadanía, la prensa y los principales agentes políticos. Así ocurrió con el Pacto de Ajuria-Enea, el de Lizarra-Garazi, el llamado Plan Ibarretxe y el proceso de paz de Loiola. De nuevo parece que vuelve a ocurrir algo semejante con la propuesta del tripartito del Gobierno de las tres provincias occidentales.

Actualmente esta última se presenta como el próximo episodio de un largo embarazo del cual no acaba de dar a luz a ninguna criatura, a pesar de que hace unos cuatro años Arzalluz auguraba su cercano alumbramiento.

Llevamos arrastrando ya diez años de fin de un periodo de nuestra reciente historia que debería producir dos cambios estructurales: el fin del conflicto armado y la aprobación de un nuevo marco jurídico-político para Euskal Herria.

Los protagonistas principales saben que estamos en el fin de una etapa que no da más de sí. Pero los intereses contrapuestos y los deseos de cada una de las partes han creado una situación de bloqueo que sólo beneficia a los que se han instalado en la indefinición permanente como lugar que les asegura un espacio y un modo de vida.

En el contexto actual se dan elementos de cambio de tipo estructural, a los que hoy no nos referiremos, pero también los existen de tipo coyuntural. Uno de ellos es el posicionamiento del lehendakari.

Desde la distancia que tengo con cualquier líder jeltzale, reconozco en Ibarretxe, desde su lugar y posición, la voluntad sincera de contribuir al cambio arriba indicado. Una voluntad que difícilmente se deja ver en otros muchos líderes del partido al que representa.

El procedimiento elegido por el Gobierno de Gasteiz, las preguntas, el enfoque no son precisamente del calado que esperaría, ni de la audacia que necesitamos. Como muchos, tengo la sensación de que todas las propuestas que van desde Lizarra-Garazi a hoy tienen como características comunes el ser cada vez más ambiguas y tener menor capacidad transformadora. Sin embargo, no se me escapa que, por encima de los contenidos concretos, hay un movimiento de fondo en el que se juega la dirección que puede tomar este pueblo y un camino hacia la tensión-distensión definitiva que pueda dotarnos de un marco soberano y en paz al fin de un complejo y dinámico proceso.

Por ello, la clase política de los tres territorios occidentales de Euskal Herria actúa con la conciencia de estar ante momentos decisivos en su devenir próximo.

En esta clase política se da la paradoja de encontrar en parte de las filas jeltzales el sector donde el proyecto del tripartito muestra su mayor debilidad. Debido a que este sector está decidido desde hace diez años a facilitar todos los factores que hagan posible la vuelta a la anhelada cohabitación con el PSOE en Gasteiz.

Ante el momento de tensión que viviremos los próximos días se perfilan, valga el símil cinematográfico, dos posibles remakes: Pacto de Ajuria Enea II y nuevo capítulo de Lizarra-Garazi. Por cierto, que ambos (re)estrenos podrían coincidir en el tiempo.

Pero todo remake suele tener cambios en el guión y de protagonistas para poder obtener éxito en taquilla-votos.

Un Ajuria Enea II mantendría su trama principal: repartición de pastel, neoliberalismo a ultranza, gestión de la violencia legal, enquistamiento de la violencia de ETA. Sin embargo, esta segunda versión perderá varios de sus protagonistas secundarios, pues saben que esta revisión del viejo guión es un fraude. También el reparto sufrirá un cambio en el actor principal, puesto que Ardanza será sustituido por el nuevo latin lover de moda, Patxi López.

Mayor interés tiene, en cambio, un Lizarra-Garazi II, ya que, al contrario de Ajuria Enea, no es un thriller de final cerrado y resabido, sino que se presenta un guión inconcluso en su día que permite un segundo capítulo para conseguir un auténtico taquillazo. Como en el anterior caso, se necesita un cambio en el reparto (hasta Sean Connery dejó un día de ser James Boond). Es posible que falte algún actor y que otros tengan cambios en su rol. La segunda parte de Lizarra-Garazi no puede tener a ETA en el equipo de guionistas o como cicatero productor. Ni tampoco a quien ponga los intereses partidistas o profesionales por encima de los del país. Será una película con protagonismo coral, civil y ciudadano que ofrezca un final abierto para que sea rubricado por el público en consulta(s) directa(s) y vinculante(s).

Falta poco para que se presenten los guiones a los posibles productores. No sería prudente adelantar demasiadas escenas a la competencia. Así que cada cual sabrá que puede aportar para que Ajuria Enea II quede olvidado entre los papeles de algún archivo histórico.

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