Joxean Agirre Agirre Sociólogo
Marea alta
Lo que ha transcurrido de verano está demostrando que la actualidad en Euskal Herria no termina de cogerse las vacaciones. El autor hace un repaso por los asuntos más candentes de los últimos días, sin dejarse apenas ninguno en el tintero. Comenzando por los embates de la crisis, siguiendo por el informe de vulneración de derechos humanos elaborado por Lakua, el anuncio del proyecto de un nuevo Guggenheim en Urdaibai, el acoso a Iñaki de Juana o las escuchas a GARA, y terminando en el desembarco de Imaz en Petronor y los castillos de arena de Ibarretxe.
Ni la subida del euribor o del gasóleo, o la llegada de Police o Bruce Springsteen lo han impedido. El verano ha arrancado con tiempo irregular, la vida política semiadormecida y el rampante nacionalismo español infestando la vida cotidiana. Nada nuevo bajo el sol, habida cuenta de que todos los años rellenan los huecos de la prensa madrileña con recortes y noticias propias del estío rojigualdo.
Pero desde que a mediados de junio fui por vez primera a la playa, no ha habido un solo día de tregua, y lo que empezaba como una plácida mañana, terminaba con la arena seca en retroceso, las toallas cada vez más juntas y el bochorno acelerando nuestra transpiración. Día tras día y sin remedio, la marea alta se ha instalado entre nosotros como metáfora de la opresión nacional, esa cuestión aparentemente inocua por la que nunca pregunta el Euskobarómetro.
El fútbol ha tenido mucho que ver con el vaivén de las mareas, claro está. El triunfo de España en la Eurocopa resarció el acomplejado carácter hispánico, y mesnadas de guardia civiles bajaron desde Intxaurrondo al centro donostiarra, derrapando en las rotondas y haciendo sonar los cláxones para celebrar que la marea roja los sacaba, por primera vez en bastantes décadas, de la ciénaga de los países con poco o nada que celebrar.
Ya en sanjuanes, la presentación de un informe en el parlamento vasco provocó otra reacción de coraje patrio en la que Rodolfo Ares, el parlamentario nacido en Ourense y criado en Otxarkoaga, se llevó la palma. Jon Mirena Landa, director de Derechos Humanos del departamento de Justicia, realizó un limitado ejercicio retrospectivo de lo que han sido las vulneraciones de derechos humanos en Euskal Herria derivadas de la represión política. Ese informe, plagado de omisiones y automutilado en casi todas su vertientes, desencadenó un vendaval de chulería al más puro estilo PSOE. Ares, miembro de la ejecutiva nacional de su partido, no sólo ignoró a los cientos de personas mencionadas en ese informe, sino que se permitió insultar su memoria. Las limitaciones del informe no fueron inconveniente para que, puesto el dedo en la llaga, el PSOE, como la medusa carabela portuguesa que ha invadido nuestro litoral, removiese sus tentáculos para tildar de «repugnante y falto de rigor» ese acercamiento a las responsabilidades criminales de gobiernos franquistas y juancarlistas.
Conforme el verano se ha ido animando, extender la toalla y leer el periódico sin sobresaltos nos va costando más y más. Hoy Fernando Savater impulsa un manifiesto en defensa de la lengua castellana, mañana otro españolete se lleva a golpe de raqueta el remilgado torneo de Wimbledon y hasta los sanfermines se retransmiten por los canales de televisión como una prolongación de la gesta futbolística de los pupilos de Luis Aragonés. En la calle, la fiesta. Y la marea alta cuando, en lugar de ir de bar en bar, el centro de atención pasa de Bar-kos a Bar-cina, y la pasma se adentra en el casco viejo de Iruñea para sofocarnos con su presencia. En eso estaban hace treinta años, cuando asesinaron a Germán.
La razón de que los mosquitos piquen a los humanos reside en que al exhalar emitimos dióxido de carbono y eso los atrae de manera irresistible. Este verano, el PNV ha encontrado otra manera de hacerse notar en la costa. Nada de surfear las olas del Tribunal Constitucional o de seguir edificando pisos de lujo en Orio, Bakio o Barrika. Como los mosquitos, han invadido el estuario de Urdaibai para anunciar que edificarán allí, reserva de la biosfera, un nuevo museo Guggenheim para revitalizar la comarca. En un gesto de gran calado abertzale, se proponen ubicarlo en Sukarrieta, a la vera de los restos mortales de Sabino Arana. Está por ver qué parte de los cien millones de euros que se disponen a gastar en tiempos de crisis recala en los bolsillos de las gentes de bien que financian el partido. Con las obras y adjudicaciones del TAV no debe llegar para que se forren todos, y hay que innovar, como dice Urkullu. Los expertos de I+D+i de la consejería de Interior, por su parte, llevaron la marea negra, el chapapote instruido en Arkaute, a las calles de Zornotza para condicionar el homenaje popular a Jose Mari Sagardui, en la cárcel desde hace 28 años y secuestrado ilegalmente desde hace más de una década. Ensañarse con los represaliados debe ser parte del imaginativo e innovador plan para resolver el conflicto que adelantó el presidente del EBB desde Fointenebleau.
Y, como si fuera el estribillo de «la canción del verano», la innovación ha alcanzado a Iñaki de Juana y a su familia. Españoles y sanos regionalistas al alimón, todo vale. Si con Gatza tratan de arrebatarnos la calle, con Iñaki de Juana e Irati Aranzabal, su compañera, ensayan el embargo de la dignidad y de la supervivencia. Incluso han activado un buscador de víctimas por satélite para dictaminar dónde debe o no vivir este preso político vasco cuando regrese a Euskal Herria. Y, para que nada se les cuele por las rendijas del registro de la propiedad, investigan los bienes familiares y embargan de modo «fulminante» el domicilio de su compañera. Si tienen hijos, acabarán por mandarlos a galeras.
Siento que las olas rompen cada vez más cerca de la franja de arena sobre la que estoy sentado. Escuchas telefónicas a GARA, en su delegación de Iruñea cuando menos. Azkuna vuelve de Estados Unidos con renovadas fuerzas. Odón nos planta la bandera española. El Club Náutico donostiarra, fundado y sostenido por los falangistas locales que apoyaron a los sublevados en 1936, invita al lunch del día del Carmen a todos los jefes militares y policiales españoles de la provincia. Me queda el consuelo de que ningún ciclista español llegará vestido de amarillo a los Campos Elíseos este año.
Pero lo mejor, nadie lo rebate, es el gran fichaje que ha hecho Petronor, filial de Repsol, multinacional española que tanto tiempo lleva contaminando el aire de Muskiz con emisiones de azufre y dióxido de carbono. Nada más y nada menos que Josu Jon Imaz. Recién regresado de la Kennedy School de Harvard, el más listo de la clase se dispone a intervenir en la vida política vasca desde esa atalaya empresarial: nueva planta de coque, fusión Gas Natural-Petronor-Iberdrola, impulso a la energía nuclear. El PNV y sus satélites no dan puntada sin hilo. «Hay muchas formas de hacer país, y ésta es una de ellas», afirmó Imaz para confirmarlo desde su estrenada presidencia.
Apenas queda espacio para mantener los pies alejados de la orilla. Con la espalda recostada en el pretil, me queda esperar a la pleamar manteniendo la ropa seca, sin quemarme o deshidratarme con tanto «Paquito chocolatero», «Juntos, podemos» o «Think Euskadi 2020». A lo lejos, aparentemente ajeno a este julio castizo, atisbo la coronilla de Ibarretxe. Con su cubito y consulta de Toys `R'us hace tortas de arena que, irremisiblemente, se llevan las olas una detrás de otra. El otoño se aproxima y hay que aparentar movimiento, no vaya a ser que los compatriotas de Patxi López copen el medallero olímpico en Beijing.