GARA > Idatzia > Iritzia > Jo puntua

Jesus Valencia Educador Social

¡Navarra vive, carajo!

En Noain fue aniquilado nuestro ejército pero no quedó definitivamente asimilado nuestro pueblo. Hemos encontrado el hilo de una historia que sólo quedó interrumpida y a la que tenemos que darle continuidad

La primavera de aquel lejano 1521 resultó especialmente sugestiva. El día 10 de mayo, las tropas navarras cruzaron la frontera dispuestas a reconquistar su reino. Catorce días más tarde, y tras haber fracasado en los intentos anteriores, ocuparon Iruñea. Pero la dicha fue breve. Las tropas españolas se reagruparon y volvieron de nuevo contra los navarros. En la tarde del 30 de junio, domingo trágico en nuestra historia, el ejército libertador quedó destrozado junto al castillo de Noain. Desde hace unos años, y siempre a finales de junio, las ruinas de aquel castillo vuelven a congregar a los suyos. Paredes desvencijadas de una fortaleza emblemática. Atalaya de valles cruzados por vías férreas, autopistas y canales de nueva factura. Confluencia de la Navarra antigua con la Navarra nueva. Testigo de una batalla perdida en aquellas campiñas que cubrió de rojo las mieses y de pesadumbre las almas.

La visita anual al castillo de Noain está cargada de futuro. Las paredes derruidas no son la versión navarra del muro de las lamentaciones; ni sus visitantes un club de nostálgicos que se aferran a una historia ya concluida. Por el contrario, son la expresión más activa de un pueblo que lentamente despierta y que va recuperando su historia. Los promotores de la marcha intuyeron que aquellas piedras abandonadas ocultaban el hálito de un pueblo que todavía sigue vivo. Noain es el símbolo de una historia ocultada, de una conciencia nacional que dio vida al Estado vasco y que sigue latiendo bajo una gruesa capa de cenizas y escombros.

En la calurosa tarde del 28 de junio una marcha abigarrada y colorista se hizo presente en Iruñea. Hacía su entrada oficial en la Plaza del Castillo la Plataforma Navarra Bizirik. Músicos, dantzaris, laialaris, ciudadanos de todos los herrialdes se dieron cita para pregonar a los cuatro vientos la evidencia que los congregaba. Proclama que encierra un doble y complementario mensaje. El primero, advierte que continúa aletargada la conciencia de muchos paisanos: creyeron a pies juntillas la versión conquistadora y asumen como finalizada y extinta nuestra historia nacional; ciudadanos de Euskal Herria que renunciaron a su identidad, convencidos de que su patria es la España que los sojuzgó. El segundo mensaje contiene una vibrante proyección de futuro: hay signos evidentes de que el corazón de nuestro pueblo, aunque débil y maltrecho, sigue latiendo. En Noain fue aniquilado nuestro ejército pero no quedó definitivamente asimilado nuestro pueblo. Hemos encontrado el hilo de una historia que sólo quedó interrumpida y a la que tenemos que darle continuidad. El renacimiento navarro del s. XIX estaba cargado de reivindicaciones foralistas; el del s. XXI se marca metas soberanistas.

En el reciente y soleado 28 de junio, la Navarra renaciente avanzaba con sencilla solemnidad. Le precedía una gran bandera de nuestro Estado. No era más que la puesta en escena de una campaña que se promete larga y apasionante. Vigilaban aquella irrupción de ilusiones cuatro furgonetas imperiales. Eran el contrapunto represivo -y evidentemente inútil- contra un pueblo que quiere recuperar su conciencia y su nación.

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo