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La precariedad atenaza el mercado laboral vasco

Los analistas mínimamente independientes advierten que nos enfrentamos a la peor crisis económica desde la segunda gran guerra. Los desmanes especulativos y financieros del neoliberalismo desaforado han colocado al sistema al borde del colapso a base de forzar los mecanismos productivos y del capital para acelerar al máximo los procesos de obtención de beneficios: ganar más en cada vez menos tiempo y con un riesgo tendente a cero. Todo ello cubierto con una tupida ingeniería política destinada a crear la ilusión falaz de que sólo el mercado puede autoregularse de una manera eficaz y que la intervención del Estado, aun tímida, distorsiona y perjudica.

El empleo y los sistemas de contratación son una parte sustancial de esa ingeniería del neoliberalismo depredador. Con la anuencia de los estamentos públicos que, en teoría, deben velar por los intereses generales, la calidad del empleo se ha ido deteriorando de forma progresiva hasta colocar a la clase trabajadora en una situación de precariedad de difícil parangón en la era moderna y con unos preocupantes niveles de indefensión ante las cada vez más violentas acometidas de la crisis.

Hoy en día, en Euskal Herria sólo uno de cada diez contratos de trabajo es fijo. En los últimos siete años, la contratación temporal no ha bajado del 90%. El INEM se ha visto obligado a reconocer, en un estudio que se circunscribe a Araba pero que es fácilmente extrapolable al resto del país, que la precariedad laboral «crece sin cesar». Las sucesivas reformas del mercado de trabajo llevadas a cabo desde Madrid sólo han conseguido abaratar el despido hasta niveles sonrojantes y reducir drásticamente la cobertura social de los trabajadores. Los empresarios se han beneficiado de las generosas subvenciones públicas para, pasado el plazo establecido, destruir el empleo creado artificialmente y embolsarse un beneficio rápido, fácil y limpio.

Y las perspectivas no son precisamente un motivo para el optimismo. La presión de la crisis tornará más gris aún el nubarrón del desempleo y la tasa de temporalidad se disparará. La clase empleadora incrementará la rotación del empleo para, contratando a más gente, disfrutar de un coste salarial más bajo y seguir incrementando los beneficios empresariales incluso en este tiempo de recesión. Esas son las perspectivas. Terreno abonado para ETTs, salarios en caída libre, condiciones de trabajo leoninas y sectores como las mujeres, los jóvenes y los inmigrantes a un paso de la esclavitud. Lo que algunos llaman «socialización de las pérdidas».

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