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Pianista eterno, Ahmad Jamal recibió ayer el «Donostia jazzaldia saria»

Antes de la traca final de un festival que entra hoy de lleno en la última recta, el veterano y elegante pianista Ahmad Jamal, admirado por sus compañeros de profesión, recibió ayer el premio «Donostia Jazzaldia», para actuar después, como trío, en el cubo pequeño del Kursaal.

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Anartz BILBAO

Tras Dianne & Diana, el curioso experimento de Bobby McFerrin con el Orfeón Donostiarra atrajo a miles y miles de espectadores que abarrotaron la playa de la Zurriola anteayer, en una jornada plena de vocalistas -no nos olvidemos de Kate McGarry, que también actuó en el Espacio Frigo para repetir ayer y finalizar hoy con la «Gaubira»-, que cerró la banda The Waifs en la playa y muy especialmente el proyecto Five Elements de Steve Coleman, fundiendo jazz y hip hop con los interesantes Opus Akoben en el teatro Victoria Eugenia.

Tras perdernos el dúo de Dianne Reeves y Bobby McFerrin en el cubo chico del Kursaal, acudimos al auditorio para ver actuar a Diana Krall quien sentada al piano y acompañada de un cuarteto formado por Anthony Wilson a la guitarra, Robert Hurst al contrabajo y Jeffrey Hamilton a la batería -todos de riguroso negro-, ofreció un concierto cálido y agradable que sin defraudar no consiguió emocionar y sonó estandar y previsible. La estrella Krall se mostró amable y piropeó a la ciudad que la acogió anteayer e hizo lo propio con su marido, Elvis Costello, el año pasado. En un auditorio repleto -con 1.800 espectadores- que se quedó pequeño para la gran demanda de entradas, el concierto comenzó con «Love Being Here With You» y tras temas románticos como «Let´s Fall in Love» o «Exactly Like You», finalizó tras «S`Wonderful».

Dejamos atrás a la rubia pianista, cuyo concierto no será especialmente recordado, para tratar de internarnos en la playa de la Zurriola, para entonces un hervidero de almas expectantes, ávidas de ver a su querido orfeón junto al peculiar Bobby McFerrin, quien, tras dar muestras de su gran talento y enorme capacidad vocal, nos dejó con la miel en los labios al finalizar un concierto de apenas una hora justo en el momento más divertido, frente a -según datos facilitados por la organización-, dieciocho mil asistentes, muchos de ellos sentados en la arena media hora antes del inicio del espectáculo. Después, solo ocho mil de ellas aguantaron el cierre de fiesta que ofreció The Waifs. La banda de Australia, con dos sugerentes voces femeninas al frente, ofreció un correcto set de pop que no llegó a explotar en la Zurriola, a pesar de la predisposición del público más. Destacar la labor a las teclas de Mikel Azpiroz, prolífico músico donostiarra que acompañó a los aussies.

La soleada mañana de ayer era el día señalado por la organización para entregar el premio Donostia Jazzaldia Saria, que se ofrece desde 1994 a destacadas figuras del jazz, referentes para posteriores generaciones de músicos, al simpático, amable y elegante Ahmad Jamal.

Pianista eterno, Ahmad Jamal es un caso único. Es admirado y querido como uno de los músicos más grandes por sus propios colegas, entre ellos Miles Davis, y disfruta actualmente de una expléndida madurez, como demostró en el concierto ofrecido ayer tarde en la sála de cámara del Kursaal ante 600 satisfechos espectadores. Como uno de los artistas más importantes de la historia del jazz, su música aparenta simplicidad gracias a su sutileza. Revolucionó el piano de jazz en los años 50 y desde entonces ha sido una referencia para todos los practicantes de ese instrumento. En sus discos más recientes, especialmente en los grabados junto al saxofonista George Coleman, ha dejado constancia de la riqueza de su universo musical y de su permanente vitalidad. A recibido todo tipo de galardones gracias a una fructífera carrera, pero, según dijo tras recoger el premio de manos del alcalde de la ciudad, «recordará y guardará este con especial cariño». No en vano, como recordó el director del festival, fue Jamal el primer artista que, en una visita anterior, agotó el aforo para tocar a las 18.30 h. de la tarde, inusitado horario entonces para un concierto de jazz, hoy plenamente normalizado. Con el galardón entre manos, Jamal bromeó al señalar que llevaría a casa personalmente el premio, al recordar que algún otro regalo que la organización del festival le mandó no llegó a sus manos y se quedó por el camino en las de algún representante.

El galardón tradicional, una réplica esculpida de la plaza de la Trinidad, se ha modificado este año y ha pasado a ser un cuadro pintado de la misma, cambio excepcional ideado por estar en obras la citada plaza.

Pero Jamal demostró a la tarde no haber venido a Donostia únicamente a recibir el premio ni para una actuación de tramite, al ofrecer en trío uno de los conciertos más vitalistas de la edición actual del Jazzaldia. Cabe recordar que era su segundo concierto en Euskal Herria en la brevedad de un mes, pues fue la figura principal del recientemente clausurado festival de jazz de Baiona.

Nacido como Frederick Russell Jones en Pittsburgh (Estados Unidos), el 2 de julio de 1930, Ahmad Jamal, veterano de 78 años de edad, demostró encontrarse en una forma artística y creativa espléndida. Considerado como una de las principales influencias del genial trompetista Miles Davis, no está en vano considerado como uno de los pianistas esenciales de la historia del jazz.

Jamal apareció en escena elegante, con traje azul oscuro y tocado con su ya habitual y llamativo sombrerito. Protegía sus delicados ojos tras unas grandes gafas de sol pero, simpático él, se las quitó tanto al comienzo como al final del concierto, para saludar y agradecer sonriente su apoyo al publico.

En apenas una hora, su piano, considerado innovador y minimalista, jugó con sus jóvenes acompañantes, que trataban divertidos de seguir y no perder a su maestro. Negros como él, fornidos y rapados al cero los dos, James Cammack se encargó del contrabajo y James Johnson hizo lo propio con la batería. Jamal, al que vimos sonriente y cómodo en el escenario, dirigía el trío con naturalidad y soltura, gritando satisfecho a ratos y pidiendo con sus manos, delicadeza ahora y energía después; dando protagonismo y libertad -puesto él en pié- a sus tiernos colaboradores. Al micrófono, presentó algún tema que otro, composiciones prestadas por amigos unas y de su último disco otras. Fue un concierto intenso y breve, si, pero para que más. Dejamos contentos la sala de cámara, esperando que el joven Jamal vuelva a deleitarnos pronto. Un premio merecido para él y para nosotros, sin duda.

Lamentablemente, tras el dulce sabor de boca que nos dejó el directo de Ahmad Jamal recibimos la noticia amarga de la jornada de boca del director del certamen. Miguel Martín nos comunicó haber recibido a las seis de la tarde (de ayer) un e-mail en el que la oficina de Jhon Hiatt anunciaba la cancelación de toda la gira europea, compuesta de cinco fechas y que estaba previsto se iniciara mañana domingo en Donostia, para proseguir después en Finlandia, Noruega e Inglaterra. Según fuentes oficiales, la cancelación se debe a problemas de salud graves de un miembro de su familia, -parece que su madre sufrió un infarto-, por lo que el artista decidió a última hora no viajar a Europa y quedarse en los Estados Unidos. La organización del Jazzaldia, por su parte, lamentaba ayer la baja, más aun considerando la espectación e ilusión que la visita del estadounidense al Victoria Eugenia había provocado en Donostia, con todo el papel vendido de antemano; y decidió no buscar sustituto para el domingo noche, por lo que, tras el espectáculo de Liza Minnelli, previsto para el auditorio del Kursaal, será Soft Machine la encargada de dar cierre a la edición actual en la sala de cámara del Kursaal, mientras que Jhon Hiatt dejará huérfano el Victoria Eugenia y a todos sus ilusionados seguidores. Otra vez será.

Para la devolución del importe de las entradas, se seguirá el mismo procedimiento empleado para su adquisición, tanto por Internet como por Telekutxa, Servikutxa o en las ventanillas del teatro Victoria Eugenia, donde podrá realizarse el canje a partir de las 11.30 h. de hoy. En el caso de los abonos, se descontará la proporción correspondiente al mismo.

Pero aun queda mucho por disfrutar, como la «Gaubira» que hoy estrena el festival y que propone toda una noche de jazz sin dormir. La oferta es variada y extensa por lo que se recomienda disfrutarla en un ambiente relajado, pues entre las propuestas más o menos desconocidas seguro que todo aficionado encuentra detalles de interés.

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