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«Olympia» condenada al olvido... ¿Quosque tandem?

El Gobierno chino ha encomendado a la cineasta Gu Yun la difícil tarea de recuperar el espíritu olímpico. La joven pretende traducir en imágenes el lema del evento olímpico: «Un mundo, un sueño». Suponemos que los extras tibetanos, como los actores de de las demás naciones sin Estado, seguirán fuera del cuadro. Los sueños de unos son pesadillas de otros, ya se sabe.

Iñaki LAZKANO | Periodista y profesor de Ciencias Sociales y de la Comunicación

Los Juegos Olímpicos nunca han inspirado a los grandes cineastas. Hay muy pocas películas que evoquen el espíritu olímpico de manera sublime, ciertamente. «Carros de fuego» (1981), del realizador británico Hugh Hudson, es una de esas contadas excepciones. En el citado filme, dos jóvenes corredores de diferente credo religioso y clase social se entrenan con un mismo objetivo: competir en las Olimpiadas de París de 1924. La joya de Hudson es una obra épica que, con la ayuda de la conmovedora banda sonora de Vangelis, transforma el atletismo en un drama existencial de hondo calado.

El Gobierno chino ha encomendado a la joven cineasta Gu Yun la difícil tarea de recuperar el espíritu olímpico que tan fielmente refleja la excelente película británica en un documental que llevará por título «Juegos Olímpicos de Pekín». Gu Yun pretende traducir en imágenes el lema del evento olímpico: «Un mundo, un sueño». Suponemos que los extras tibetanos, como los actores de las demás naciones sin Estado, seguirán fuera de cuadro. Los sueños de unos son pesadillas de otros, ya se sabe.

Sin embargo, sería injusto obviar el hecho de que el género documental ha realizado aportaciones infinitamente más interesantes al celuloide olímpico que la ficción. Los documentales firmados por Milos Forman, Kon Ichikawa y Arthur Penn dan fe de ello. En cualquier caso, entre todos ellos, sobresale una auténtica obra maestra: «Olympia» (1938), de Leni Riefenstahl. La directora del subyugante panegírico nazi «El triunfo de la voluntad» (1936) revolucionó el documental con una cinta, repleta de innovaciones técnicas, que reflejó con una belleza plástica hipnótica los Juegos Olímpicos de Berlín.

Riefenstahl utilizó 35 cámaras y numerosos teleobjetivos con el fin de captar todos los detalles. Colocó ruedas para poder seguir el ritmo de los atletas y cavó fosos en el estadio para rodar los saltos desde el aire. Su artilugio permitía filmar a los atletas cuando estaban en el trampolín y seguirlos en su descenso, sumergirse con ellos y volver a la superficie. No sólo filmó los JJOO «más de cerca y con más dramatismo», sino que coreografió el ballet atlético más hermoso. Gubern tenía razón cuando sostenía que una obra puede ser maestra en términos estéticos, aunque tenga unos contenidos ideológicos perversos. Aún así, «Olympia» permanece silenciada por la mordaza de la corrección política. ¿Quosque tandem?.

 
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