Hay que ver las vueltas que da la vida. En su época Pasolini tuvo que aguantar un aluvión de críticas cuando hizo la trilogía de la vida, con su peculiar visión de la sexualidad a lo largo de la historia. Posiblemente, la entrega más floja fue «El Decamerón», aunque conservó la estructura vitalista de sus cuentos medievalistas y la picaresca esencial del relato. Ahora hay quien invoca a aquella película, porque nunca será peor que la nueva versión auspiciada por el veterano productor Dino De Laurentiis, cuya obsesión por facturar productos para el mercado internacional en competencia con Hollywood le suele jugar malas pasadas. En función del protagonismo del rubiales Hayden Christensen es fácil atisbar que va dirigida al público juvenil, a la manera de los «Destino de caballero» o «Casanova» que le tocaron en suerte al malogrado Heath Ledger, al que no le faltan sustitutos en estas lides.

El título original de «Aprendiz de caballero» es «Virgin Territory», porque hay que vender el producto en inglés, incluso a costa de resucitar a un realizador olvidado como David Leland, renovador de la comedia inglesa en los 80 con «Si estuvieras aquí». Y, desde luego, no engaña en lo de virginal, ya que la obra de Boccaccio ha sido pasada por el filtro de la corrección y los desnudos son como los de los anuncios de perfumes, buscando el lado estético y pacato. La asociación previa entre De Laurentiis y Leland ya arrojó un saldo decepcionante en la previa «La última legión», y eso que era un peplum con una base literaria proclive a la acción aventurera. Aquí la intriga se desarrolla en un convento, donde se refugia de la peste una joven pareja dispuesta a descubrir el amor, siempre y cuando ella logre escapar a sus dos posesivos y violentos pretendientes. Con semejante descripción surge de inmediato el tipo de caricatura de malvado que hace en la película Tim Roth, dentro de una ligazón argumental del todo previsible que descarta el variado y rico formato original de los cuentos.