Una enorme escultura guarda desde el pasado fin de semana el recinto de las txosnas de Gasteiz, un espectacular monolito que, desde sus cinco metros de altura, vigila que las miles de personas que cada día acuden a las universidades disfruten de la fiesta. Esta colorida obra de arte es obra de Alfredo Hernández, Zirika, y está erigida como homenaje al movimiento popular gasteiztarra.

En la placa situada frente a la escultura explica que esta obra pretende homenajear al movimiento popular. ¿De dónde surgió este proyecto?

Un par de meses antes de empezar las fiestas la Comisión de Txosnas se puso en contacto conmigo. Me dijeron que habían visto cosas mías y que les gustaban, y que tenían intención de hacer algo, que fuera tridimensional, para las txosnas. Querían aportar algo novedoso este año e introducir el arte en las txosnas.

Y de ahí surge esta enorme obra...

Cuando me dicen que es para las txosnas, lo primero que me viene a la cabeza es el recinto txosnero, espacio festivo con mucho movimiento... el tamaño. Lógicamente, algo minúsculo no puede ser, tiene que ser algo con bastante tamaño. Y luego, pensando en el recinto, una cosa que me surge es que tiene que ser una escultura que transmita alegría. Y de aquí viene la idea de los colores. En el movimiento popular se puede decir que cada uno tiene su anagrama, y también su color. A veces se identifican incluso los organismos con colores, y como son txosnas que surgen del movimiento popular, la idea fue tomando forma rápidamente.

Una escultura de este tamaño le debe haber supuesto un gran volumen de trabajo.

Ha sido bastante trabajo, porque, sobre todo el tema de las costuras, es algo que cuesta hacer. Sesenta o setenta horas ya están metidas en esta escultura.

Concretamente, ¿cuáles son sus dimensiones?.

Tiene cinco metros de altura, por 1,20 metros de base, y está hecho con materiales ligeros.

Hablaba antes de la intención de introducir el arte en el recintos de las txosnas. ¿Cree que es algo que se ha dejado un poco al margen?

El arte hasta el momento no ha tenido un reflejo propio, exclusivo. Aunque no cabe duda de que en cantidad de decoraciones de las txosnas hay arte. Eso está claro viendo el resultado del trabajo que se hace. De hecho, hace tiempo yo también he estado decorando pancartas para los fondos de las txosnas.

El año pasado ganó el Certamen de Arte alavés. ¿Cómo vé el panorama actual para los artistas alaveses?

Siempre digo que me considero un artista que ni soy novel ni estoy consagrado, y desde esa perspectiva, de la gente que estamos un poco en tierra de nadie, sí se puede decir que lo tenemos un poco complicado. No acabas nunca de dar el salto. No sé lo que va a pasar ahora con el tema de Krea, ya que hay expectativas pero todavía no se reflejan en nada. Están haciendo convocatorias anuales en tema de becas, pero es tanta la gente que se presenta y tan pocas las oportunidades que existen, que es complicado. Hay mucho artista, y oportunidades, no las que me gustaría que hubiera.

Usted también es el autor del cuadro en homenaje a las víctimas del 3 de marzo. ¿Cree necesario compaginar arte y compromiso?

Desde que soy artista, y llevo pintando desde los 13-14 años, siempre me ha gustado que mi obra tenga plasticidad, pero junto a esa plasticidad, esa supuesta belleza, siempre me he querido comprometerme, y se puede decir que mis obras tienen un cierto carácter reivindicativo, en algunos casos mayor que en otros. Me parece que el arte sí que debe tener un compromiso con la sociedad.

En este momento ¿tiene algún proyecto entre manos?

Proyectos siempre tengo muchos, demasiados diría. Ahora estoy con un proyecto fotográfico, estableciendo diálogos con la naturaleza, en diferentes sitios que me llaman la atención, bien con personas, con animales o con lugares que me parecen interesantes. De hecho, estoy desarrollando este proyecto, y cada vez surgen diferentes ramales del mismo. Ahora estoy dejando una cuerda en un sitio y viendo cómo actúa la luz sobre ella. Concretamente, en estos momentos tengo una cicatriz en el monte, tampoco demasiado grande por motivos de presupuesto, pero bueno, diez o doce metros de cicatriz, que llevará ahí entre siete u ocho meses. Y estoy viendo sobre ella lo que es una especie de metáfora de la vida, cómo la propia naturaleza es capaz de regenerarse y de borrar, si le dejan tranquila, esas cicatrices que el ser humano le va creando.