La selección brasileña, gran dominadora del voleibol masculino mundial en los últimos años, quiere volver a recuperar su identidad y liderazgo, tras el fracaso que cosechó en la última Liga Mundial. La cita olímpica, además, podría servir como broche esplendoroso de una brillante generación de jugadores que da ya los últimos coletazos.

Desde 2003, el combinado brasileño ha ganado prácticamente todo. Así, en estos cinco años, los sudamericanos han sumado dos Copas del mundo -en 2003 y 2007-, la Copa de Campeones del mundo en 2005, el Mundial de 2006 y, cómo no, el oro olímpico en Atenas hace cuatro años. En definitiva, absolutamente todo menos la última Liga Mundial, disputada en Río de Janeiro y donde los anfitriones quedaron cuartos en un torneo donde Estados Unidos se proclamó vencedor.

Como sucede en este tipo de ciclos gloriosos, Brasil ha contado con una magnífica generación de jugadores. El voleibol es un deporte que suele permitir estirar la carrera de sus practicantes más tiempo de lo que suele ocurrir en otras disciplinas, pero en el caso del conjunto amarillo tres cuartas partes del conjunto ha superado ya la treintena. Por tanto, el final de ciclo ya se vislumbra, más aún con la fractura del grupo por sus problemas de orden interno.

Así las cosas, junto a las desavenencias en su vestuario, los principales rivales del conjunto sudamericano serán Serbia, Rusia, Estados Unidos, Polonia e Italia, pero a priori parece que tendrán pocas posibilidades de arrebatar el oro a los actuales campeones olímpicos.

En el apartado femenino, China -anfitriona y defensora del título logrado en Atenas-, Rusia, Cuba, Italia, Brasil y Estados Unidos son las grandes candidatas, pero tampoco sería descartable que algún equipo que no aparezca en las quinielas como Polonia, Serbia o Japón, tenga opciones.