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Marcos Salgado 2008/8/13

Los dos tercios de Evo Morales

Rebelión

Cuando todavía faltaba contar el 20 por ciento de los votos del referéndum del domingo, el Sí al presidente Evo Morales superaba el 66 por ciento de los votos. Una abrumadora mayoría, inédita en la historia democrática latinoamericana. A pesar del esfuerzo mediático continental de presentar como saldo del comicio una Bolivia aún más dividida, los números revelan que el No al presidente prevaleció en apenas dos departamentos de la «media luna» boliviana, supuesto medio país alzado que, en rigor, apenas alcanza a los sectores de privilegio y las capas medias y altas de las ciudades capitales del oriente. (...)

Aunque la política -y mucho menos los procesos de cambio profundo- nada se parecen a la matemática, muy de vez en cuando la contundencia absoluta de los números permiten entender procesos sociales. (...)

Algunos incautos -entre los que me cuento- creímos en aquellos días que aquella iniciativa, convenientemente apoyada en todos los terrenos por los Estados Unidos y articulada abrumadoramente por la inmensa mayoría de los medios de comunicación de masas podría llegar a tener éxito si seguía creciendo. Y tal vez así hubiera sido, de no ser por la decisión de Evo Morales de jugar a todo o nada y enviar al Congreso una ley de referéndum revocatorio para que sea el pueblo el que revalide o termine con los mandatos. Para que sea el pueblo el que decida. Aunque suena a consigna vacía tras décadas de salir de bocas oportunistas, neoconservadoras o fascistoides, no es ni más ni menos que eso lo que sucedió en Bolivia: el pueblo decidió, y vaya que lo hizo.

(...) Ya sabemos que la oposición virulenta, encarnada acabadamente en los cívicos pero también en los medios de comunicación privados, no aceptarán el convite de un diálogo serio. Buscan «tumbar al indio» para mantener sus privilegios, en el medio no hay nada.

Pero el gobierno de Evo Morales no puede bajar los brazos en esa negativa, debe encarar una tarea titánica.

Por un lado, debe encontrar la forma de neutralizar el golpismo civil y arrebatarle las banderas en la cual estructuran su discurso mediático: las autonomías y el nuevo caballito de batalla: el impuesto directo a los hidrocarburos, resignificado por los medios como el gran problema de la liquidez de las prefecturas, mientras en rigor se trata de una redistribución de los ingresos que busca beneficiar a los más postergados.

Precisamente, eso lo más importante y ese el segundo gran desafío: seguir adelante con la prioridad que bien definió el presidente el domingo: combatir la pobreza extrema. Se viene de tan atrás que todos los esfuerzos son todavía pocos. Evo lo sabe mejor que nadie, y los pobres de toda pobreza saben que él lo sabe. Y le creen. Para el que no lo crea, están las matemáticas.

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