CRÓNICA | Fiestas en Artziniega
La jornada medieval amplía sus dimensiones de año en año
Artziniega se convirtió un año más en una población medieval con todos los elementos imaginables de aquella época. Esta iniciativa popular en la que se implican la mayoría de sus habitantes cobra mayores dimensiones de en año en año, sorprendiéndonos con su diversidad y amplitud.
Como cada primer domingo de setiembre, Artziniega se transformó ayer completamente en una población medieval. A diferencia de las ferias que con el mismo motivo se celebran en otros puntos de Euskal Herria, son los habitantes de la localidad los que adoptan su papel de vecino, comerciante o artesano de una población transportada, por un día, a la Edad Media.
El principal atractivo de la celebración es el mercado, en el que ayer participaron unos 150 artesanos, muchos de ellos de Artziniega. En él se pudo conocer de primera mano cómo se elaboraba la sidra y el despiece del cerdo, maneras de trabajar los alimentos ya en desuso.
No faltaron tampoco actividades artesanales como la moldeadura de cerámica y la talla de madera, así como la exposición de todo tipo de productos derivados de esos trabajos.
Alrededor del mercado se sucedían diversos espectáculos y actuaban animadores, cuentacuentos... Además, se representó la actividad de los guerreros medievales, que acamparon en las afueras de la población.
Una de las novedades consistió en un desfile de tocados. Durante toda la jornada se pudo ver a las mujeres con la cabeza cubierta tal y como era costumbre en Euskal Herria en el Medievo, con el pañuelo que forma una especie de cuerno sobre la cabeza.
Y es que la vestimenta tenía su peso dentro la celebración. La mayoría de vecinos y vecinas de Artziniega lucían sus galas, incluso representando curiosos personajes como los monjes que se encontraban de peregrinaje (de bares), muchos de ellos seguramente intentando resultar ganadores del concurso de disfraces que se había convocado este año por vez primera.
Taller de trapecistas
Otra de las actividades más atractivas fue la de los trapecistas, que además de ofrecer su espetáculo, dieron a los niños la posibilidad de aprender en el taller de trapecistas que se había organizado. Niñas y niños pudieron participar en muchas otras actividades que tenían lugar allí, acercándose así al mundo de la artesanía.
La música también tuvo su lugar durante toda la jornada. La variedad abarcó desde la actuación de la coral Bleibet, en la iglesia del convento de las Agustinas, hasta el pasacalles del grupo «Alegres tarados del ritmo», pasando por el espéctaculo musical ofrecido por el grupo «La familia Carranza». La música cerró también la edición de fiesta medieval, con las actuaciones de todos los grupos que amenizaron la jornada y el concierto de percusión de Builaka, que tenían previsto alargar la jornada hasta que brillaran las estrellas.
Artziniega despertará hoy en el siglo XXI, pero el recuerdo de ese viaje en el tiempo perdurará, animándoles a preparar la siguiente edición de esta fiesta que ya ha cumplido once años.
GARA