El «navarrismo» acaba en Ferraz y Génova
Hace justo un año, la decisión de la Ejecutiva Federal del PSOE de imponer al PSN que mantuviera a UPN en el Gobierno abrió los ojos a buena parte de la ciudadanía navarra. Puso en evidencia con más claridad que nunca que el PSN no tenía el menor grado de autonomía respecto al PSOE en una cuestión que en pura lógica sólo competía a Nafarroa. Pasados doce meses, es en la acera de la derecha donde se reproduce una crisis similar. Ahora es UPN quien invoca «autonomía» respecto al PP, y es éste quien deja claro que la decisión final sobre los presupuestos se tomará en Madrid y sólo en Madrid, aunque quienes aprieten el botón del Congreso sean dos diputados navarros.
PSN y UPN han llegado al mismo lugar desde puntos de partida diferentes. En el caso del PSN el vicio viene de origen. El partido fue creado artificialmente en 1982, tras desgajarlo del PSE, con un objetivo claro: apuntalar la partición territorial de Euskal Herria que se estaba diseñando entonces con el binomio Estatuto-Amejoramiento. En el de UPN se puede argumentar que se fundó en Nafarroa, pero a día de hoy lo cierto que más de la mitad de su camino lo ha recorrido fusionado -y sometido- al PP (17 de sus 30 años de vida).
El frustrado proceso de negociación desarrollado entre 2005 y 2007 dejó claro hasta qué punto PSN y UPN no son otra cosa que herramientas en manos de intereses estatales: el PSN quedó intencionadamente fuera del tablero del diálogo para impedir avances en la cuestión clave de la territorialidad, y UPN fue teledirigido por el PP para promover una de las mayores movilizaciones contra la solución: la manifestación de Iruñea.
Sería deseable, desde luego, que ambos partidos fueran autónomos y tuvieran su centro de decisión en Nafarroa. Pero el origen y la trayectoria de UPN y PSN evidencian con reiteración que su proclamado «navarris- mo» acaba realmente en dos calles de Madrid: Génova y Ferraz. Hace un año lo mostró el envite frustrado de Fernando Puras, y ahora lo hace el de Miguel Sanz.