Una vez más, la Comisión Europea volverá a recortar hoy mismo la previsión de crecimiento para la eurozona, adaptándola de esta manera a la cruda realidad que constatan todos los indicadores económicos: la crisis es cada vez más grave. Atrás, muy atrás, quedan las voces de quienes, frente al desplome del sistema financiero norteamericano en el verano pasado, sostenían que la economía europea gozaba de salud suficiente como para resistir el temporal con garantías. Mes a mes, las únicas previsiones que se revisan al alza son las de los precios y el paro, mientras que se hunden lenta pero inexorablemente las que se refieren a la creación de riqueza.

Este alarmante panorama ha disparado la carrera hacia la búsqueda de salidas, y en los principales círculos de expertos toman cuerpo las tesis que cuestionan el hasta ahora intocable modelo capitalista de la privatización, la liberalización y la desregulación avalado principalmente por EEUU y Gran Bretaña. La debacle de los bancos británicos y de los gigantes hipotecarios norteamericanos ha exigido la intervención de ambos Estados, al rescate de un sistema financiero que también ha suspendido la prueba del mercado.