El proceso de fusión de las principales cajas de ahorros que operan en la Comunidad Autónoma Vasca atraviesa momentos de incertidumbre. Si antes del verano se ofrecía una imagen de total acuerdo, favorecido por el clima de entendimiento fomentado por PNV y PSOE, el nuevo curso ha traído aires de cambio al panorama financiero vasco: BBK y Kutxa inician un desarrollo a dos del que, al menos inicialmente, queda descolgada Vital. El Gobierno de Lakua ya ha avalado este movimiento y lo justifica acusando al PSOE de retardar premeditadamente la fusión por intereses vinculados a sus aspiraciones electorales inmediatas y no desligados de las presiones que sufre por parte del PP en Araba para evitar la fusión.

La entidad que finalmente germine tras este largo y tortuoso proceso debería gestionar un fuerte caudal derivado no sólo de su papel de vertebración nacional desde el decisivo ámbito económico-financiero, sino también de su carácter fundacional como agente de orientación social. Pero, olvidada desde un principio Caja Navarra y con la Vital apeada ahora, el proyecto queda reducido a un simple mercadeo de intereses políticos y economicistas inconfesables.