Ala vista de la rapidez con la que la actual dirección del Parlamento de Gasteiz, presidida por la jelkide Izaskun Bilbao, ha aceptado la intromisión del Tribunal Supremo en la organización interna de la Cámara vasca, resulta difícil recordar que hubo un tiempo en el que la Mesa del Legislativo defendió con uñas y dientes su autonomía y encargó estudios jurídicos que avalaban la diferenciación entre grupo parlamentario y partido. Cierto es que, a la hora de la verdad, también aquella Mesa dejó de pagar a Sozialista Abertzaleak, pero al menos mantuvo los papeles, lo que a algunos de sus miembros les costó una condena judicial. Dijo el PNV en su día que si se repetían aquellas circunstancias, Izaskun Bilbao debería actuar como su antecesor en el cargo. Sin embargo, esa intención duró bien poco. Podría pensarse que la decisión de la actual presidenta del Parlamento de castigar preventivamente a Ezker Abertzalea con el impago de las subvenciones que le corresponden es una actitud prudente para evitar verse encausada por desobediencia. No es cierto. Para ello debiera haber una orden expresa, como la hubo entonces, y que ahora no existe. El cambio de actitud más bien parece ser fruto del deseo del PNV de sumarse al castigo a la izquierda abertzale, utilizando el dinero de todos para espurias venganzas partidistas.