Josu Imanol Unanue Astoreka Gizarte ekintzailea
El mundo que dejamos
Los humanos, animales lamentables que no sabemos vivir en equilibrio con el resto, estamos abocados a lamentar nuestro proceder diario. No sé que pensarán las generaciones venideras sobre lo heredado; seguramente nos valorarán con epítetos de infrahumanos o ignorantesLos datos indican que el deterioro medioambiental es más que evidente y reclama medidas urgentes para sólo mantener a un ritmo más bajo el deterioro generalizado, difícilmente solucionable. Los expertos nos dicen que el índice de consumo y el ritmo contaminante sobre todo, potencian el hambre, la falta de agua, el calentamiento global, la desaparición de la fauna, etc. valores preocupantes para muchos, pero que traducidos a nuestra actitud diaria, no nos supone nada nuevo, ni menos un compromiso de solidaridad.
Vivimos con la ansiedad poco madura del consumo y el destrozo inmediato de nuestros entornos. Simplemente con pasar por espacios vírgenes la huella es inmediata, desechos, basura, destrozos, es cuestión de tiempo que lo ideal se transforme en vertedero habitual. El mundo nos queda pequeño y lo vivimos como si fuera un contenedor de mierda, abundante mierda.
Así, estamos habituados a que desaparezcan diariamente especies de animales, plantas... nos hemos acostumbrado a ver entornos contaminados y, cómo no, a vivir en ellos. Es como si más que respetar el espacio en el que vivimos, deseáramos destrozarlo. Pero lo triste es que estas actitudes tan asumidas, nos llevan a la propia desaparición como especie, en un futuro nada lejano.
Lo podremos disimular con depuradoras, reciclajes, campañas a favor de la no utilización de vehículos o lo que sea, pero la realidad del consumismo desbocado y sus consecuencias es que todas las alarmas están encen- didas: hay gente que enferma y muere por las consecuencias de nuestro abuso, estamos perdiendo la racionalidad que nos lo hemos atribuido como propia.
Por eso nos escudamos en religiones y creencias para justificarnos en los comportamientos demenciales citados y vemos la posibilidad de unos paraísos ficticios mejores en el «mas allá» tal vez inconscientemente, porque estamos destrozando este paraíso real que es tan nuestro como del resto de seres que lo habitan y mantienen, a nuestro pesar y contra nuestros intereses.
Los humanos, animales lamentables que no sabemos vivir en equilibrio con el resto, estamos abocados a lamentar nuestro proceder diario cada vez más. No sé que pensarán las generaciones venideras sobre lo heredado; seguramente nos valorarán con epítetos de infrahumanos o ignorantes, pero es vergonzante que no nos demos cuenta de ello, hoy y ahora.
El tiempo corre en contra y los pequeños cambios que ya nos avisan un temporal merecen la atención y respuesta justa por esta nuestra deshumanizada sociedad, no es alarmismo, es la realidad que no queremos admitir porque nos da miedo reconocernos como destructivos seres.
Perdámonos en las miserias diarias que sólo nos indican la propia ignorancia, pero si realmente nos interesa el mundo, pensemos que es mejor ser críticos y actuar como lo que pretendemos ser, inteligentes y humanos. Mientras esto no se dé y seamos simples productores de destrozos y basura, tengamos el calificativo que nos corresponde y no nos gusta nombrar.
Sólo seres tristes y carentes de esperanzas destrozan el medio en el que viven y ignoran el futuro que dejan.