Los calabozos esconden dramas que algunos mantienen y otros ocultan
Juanjo Rego ha tenido que dejar las pastillas que controlan su enfermedad para poder ver respetados sus derechos. Esta lucha ha superado la barrera del silencio y ha puesto sobre la mesa, una vez más, la dura situación que padecen los presos gravemente enfermos. Un drama al que ponen sordina con ocultamiento y represión y que GARA saca a la luz de manos de quienes mejor lo conocen: los médicos.
Oihana LLORENTE
Mucho se ha hablado de los «altercados» que podrían ocurrir mañana en Donostia con motivo de la manifestación que el movimiento pro amnistía lleva décadas realizando sin problemas. Las exigencias de prohibición de la marcha o el veto impuesto desde Lakua, parecen, sin embargo, querer cumplir aquello de la profecía autocumplida.
La convocatoria realizada por remeros y allegados de presos políticos vascos pretende exigir el respeto a los derechos del Colectivo de Presos Políticos Vascos. Una realidad dispersada en los calabozos de la democracia española y francesa, y silenciada mediante el ocultamiento y la represión.
El ejemplo más crudo de esta situación es la que representan los presos que padecen enfermedades graves e incurables. Una realidad que esta semana ha vivido un nuevo episodio alarmante con la huelga de hambre y sed a la que se ha visto obligado Juanjo Rego Vidal. El preso donostiarra tuvo que estar más de un día sin ingerir ni alimentos, ni agua, ni siquiera la decena de pastillas que debe tomar para ver respetado su derecho.
Rego logra compromisos de la cárcel
Askatasuna informó ayer de que Rego puso fin a la protesta el jueves por la tarde, tras lograr el compromiso por parte de la prisión de ser trasladado en breve a Euskal Herria para recibir la atención médica que requiere y que el traslado se llevará a cabo en las condiciones adecuadas.
Esta huelga de hambre y de sed ha destapado la cruda realidad que padecen los presos gravemente enfermos que, atendiendo a la información facilitada por Askatasuna, conforman en este momento una lista de catorce personas. Se trata de Jon Agirre Agiriano, Bautista Barandalla, Angel Figeroa, José Ramón Foruria, Marilo Gorostiaga, Gotzone López de Luzuriaga, Juan José Rego Vidal, Jose Miguel Etxeandia, Pello Sánchez, Mikel Ibáñez y Josu Uribetxebarria. Además de ellos, Askatasuna incluye a otros tres vascos que sufren enfermedades sicológicas y que prefieren mantenerse en el anonimato.
Mujeres y hombres que lejos de sus seres queridos, padecen en solitario la angustia y el dolor que conlleva este tipo de enfermedades. GARA ha querido profundizar en este tema de la mano de dos facultativos que conocen de cerca el estado de estos presos.
Cuatro de los presos políticos vascos que conforman esta lista padecen graves cuadros de ansiedad, confusión obsesiva o profundas depresiones. Enfermedades a las que la cárcel «no ayudan en nada». Así lo asegura la sicóloga Ixone Legorburu, que hasta febrero de este año, antes de que Instituciones Penitenciarias vetara su acceso a las cárceles, se recorría las prisiones del Estado español con objeto de ayudar a los presos que sufren este tipo de enfermedades.
Apunta a la situación de estrés que se padece en la cárcel como un claro factor a la hora de desarrollar este tipo afecciones. Describe cómo el continúo ruido, los registros imprevistos o el hecho de pensar en el viaje que deben realizar sus allegados acumula tensión en estas personas, un grado de tensión que puede desencadenar en estrés agudo o en una ansiedad.
Las personas que padecen este tipo de dolencias necesitan, a juicio de la sicóloga, un espacio relajado donde la medicación y el tratamiento esté cubierto. Unos requisitos que, como denuncia «para nada son cubiertos en prisión». Su carrera profesional le ha demostrado que la atención que reciben los presos en general es «escasa», y en lo que se refiere al aspecto sicológico, indica que los presos políticos no tienden a contar confidencialidades al sicólogo de la cárcel, al considerarlo un funcionario más.
Para Legorburu la confianza entre paciente y terapeuta es «fundamental». «Al fin y al cabo -prosigue- el sicólogo es la persona a la que le vas a contar tus confidencialidades e incluso, con la que vas a descubrir situaciones que ni si quiera conocías».
Preguntada en torno a cómo eran las consultas que realizaba hasta que llegara la prohibición, detalló que las visitas se llevaban a cabo en un locutorio intervenido o en la sala de enfermería, pero siempre con el sicólogo del centro presente y obligados a conversar en castellano.
La incertidumbre, el no saber a qué atenerse es, a entender de Legorburu, un factor que crea ansiedad, por lo que apunta que la doctrina del Tribunal Supremo con la que los presos políticos vascos observan, de un día a otro, prolongada su condena «rompe esquemas y crea ansiedad y tristeza». Detalla cómo la persona, en cuanto entra en prisión, «marca su fecha límite, lo que le ayuda a dosificar la resistencia. Sin embargo, -comenta-, si esa fecha es aplazada, comienzan las preguntas» y una situación de incertidumbre y tensión adicional.
El médico Javier Hernando detalla por su parte que las condiciones de vida como la alimentación, la abundancia de enfermedades infecciosas o las dificultades para hacer ejercicio no son buenas para la salud. Indica además, que en el caso de los presos políticos estas condiciones se agudizan, debilitando las defensas de los presos y haciéndolos más vulnerables a padecer una enfermedad. Hernando también alerta de que el alargamiento de las condenas hace que parte del colectivo de presos se esté «haciendo mayor». Preguntado en torno al seguimiento médico que se lleva a cabo, no duda en asegurar que es «menor que el necesario» y recuerda episodios como la perdida de expedientes, reconocimiento ginecológicos rodeada de policías o listas de espera interminables como espejo de esta realidad.
Hernando, al igual que Legorburu, no puede tratar a estos pacientes, ya que le vetan la entrada en prisión, sin embargo, no cesa en su empeño y mediante cartas, llamadas a los allegados o incluso a los propios médicos de la cárcel, intenta hacer un seguimiento a estos prisioneros del sistema penitenciario.