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Joxean Agirre Agirre ex preso político vasco

El tajo y la tajada

El repaso a la actualidad política más cercana se entrelaza con el análisis de las experiencias recientes para extraer conclusiones y enseñanzas que desembocan en una propuesta de futuro en cuyo centro el autor sitúa a una Euskal Herria «protagonista y blindaje, motor y garante de su libertad». En esa propuesta descarta sin ambages el posibilismo, y fija con detalle la necesidad de buscar aliados, pero siempre buscando una suma real, «no una sopa de siglas».

Ni tan siquiera han esperado al otoño para decretar el final del verano. El curso político arranca con palos en Donostia, sentencias en Madrid, y compungida hipocresía en las salas y vericuetos de Lakua y Ajuria-Enea. Como si el libreto del conflicto estuviera pegado a las manos de un atajo de ineptos. O lo que es peor, a modo de evidencia trágica, tal que si el conflicto mismo y su gestión fuera el único libreto que saben leer.

Puede parecer que esta reflexión no es nueva, y que alude a una generación política marcada por cuatro décadas de enfrentamiento, pero soltamos lastre, quemamos etapas, nos acercamos a un marco de resolución compartido, y una vez más se imponen los intereses más inmediatos. La paz, la democracia, la normalización, el derecho a ser y decidir, la libertad, se pegan como fideos recocidos al fondo de la cazuela. La Ertzaintza, las sentencias del Supremo y de la Audiencia Nacional, el PNV y sus socios son buena muestra de la costra que pisamos, la Costra Nostra.

Acabamos de recordar con nostalgia el décimo aniversario de la firma del Acuerdo de Lizarra-Garazi. Aquella corta travesía nos mostró, con casi completa simultaneidad, el potencial de un pacto en clave nacional y democrática, y la poca voluntad por cumplirlo y desarrollarlo que tenía buena parte de sus signatarios. Al menos alguno de los más representativos. Y ocho años más tarde, tras decenas de reuniones, borradores y preacuerdos más o menos tangibles, el triángulo de Loiola se tornó, una vez más, recta hacia el precipicio, con PNV y PSOE como fuerza tractora. Y vuelta a empezar. Garzón, Ángela Murillo, Rubalcaba, la Guardia Civil, la tortura, Balza, la persecución de las ideas ocuparon la primera plana de la actualidad, y las esperanzas de Euskal Herria se toparon con la espalda de toda esa gente de mal vivir.

No obstante, hay quien, pese a ello, no renuncia a darse la gran vida a costa de este otoño anticipado. Mientras la militancia más entregada de este país sigue en el tajo, Erkoreka, nueva figura emergente del PNV cortesano, confiesa estar negociando con el PSOE los presupuestos generales del Estado para «sacar tajada». Ni tan siquiera guardan las formas. Aún no se han acallado los ecos de la resolución del Constitucional, y Erkoreka se sienta en torno a una mesa con Solbes y Jáuregui. Risas ante las cámaras con el administrador de los euros públicos y con el viejo fajador de la UGT, inquilino de la Delegación del Gobierno en Gasteiz en la legislatura del GAL.

No sé si queda un ápice de imaginación argumental en los asesores y responsables de prensa de Lehendakaritza para sacar a Ibarretxe de este cenagal. Al tiempo que nos invitan a denunciar al reino de España ante instancias jurídicas europeas, el PNV apuntala a Zapatero, calculadora en mano. Con la derecha denuncian y con la izquierda firman y pactan. La «tajada» debe merecer la pena, hasta el punto de convertir al propio Ibarretxe en un juguete roto en vísperas de unas nuevas elecciones autonómicas. Y Erkoreka se deja querer. Y Urkullu asiente. Y Ziarreta, Zabaleta, Madrazo se consuelan pensando en que la tajada no cabrá completa en el plato jelkide, y habrá lugar y ocasión para compartirla.

En definitiva, el Otoño Vasco hace patente la vejez del regionalismo pactista, y apunta hacia su ocaso como pretendido referente central de la política en Euskal Herria. Lo vimos en Nafarroa Garaia hace poco, y presiento que en la CAV los próximos meses certificarán su declive estratégico. El color del dinero no conseguirá devolver el brillo al optimismo perpetuo del lehendakari, así que ni vistiendo a todo el Gobierno Vasco con camisetas de Petronor nos tocarán la fibra sensible. Hace bastante tiempo que su oferta no cotiza en la bolsa electoral de la izquierda abertzale.

Con EHAK cerrando la lista, ANV, Segi, Askatasuna, Batasuna, Ekin son ya, sin «presunto» que valga, platos de cátering a consumir en comisarías y cuartelillos. Decían esta semana, desde la cárcel de Córdoba, que la estrategia adecuada nunca será «una vuelta a la política que dinamita puentes y que busca al enemigo más odioso entre los aliados posibles», y yo me pregunto si, cuando nos referimos a las posibles alianzas, hablamos de sumar fuerzas para avanzar, o de mero posibilismo para arrimarnos a un futuro acolchado. Cada cuál sabrá lo que se juega, pero hay puentes que nunca cruzará el PNV, y la necesaria acumulación de fuerzas democráticas y abertzales para saltar el cerco constitucional y alcanzar un marco respirable (hablo desde el pragmatismo) nunca contará con el aval del «clan de la tajada», hoy por hoy, el Euskadi Buru Batzar.

Ya no es la pugna por la hegemonía abertzale lo que les enfrenta a nosotros, sino la necesidad de hacernos desaparecer, como lo demuestra su estrategia político-policial desde hace casi dos décadas. Lo vivimos de cerca en el ocaso del pasado siglo, e ignorarlo es, simplemente, buscar el acuerdo que nos permita salir de la caldera, aunque sea con una pulsera telemática en la muñeca de Euskal Herria entera. Un viaje sin recorrido, tan corto como el de quienes sólo saben manejarse con el viento de popa y el timón al alcance de la mano.

Yo también apuesto, como recordaba Rafa Díez, por los pilares del acuerdo de Lizarra-Garazi. Por recuperarlos y regenerarlos. Por reivindicar su vigencia. Al igual que doy por sentado que la superación del conflicto tendrá como vectores-fuerza los principios recogidos en la propuesta para un marco democrático presentada en el Anaitasuna. Es más, creo que el modo más efectivo de agujerear la caldera represiva de los estados es liberar tal cantidad de energía y de ilusión, que los viejos tópicos y debates en torno a la violencia caduquen de golpe. Audacia para vertebrar una suma real, no una sopa de siglas. Argumentos para abordar tanto procesos constituyentes como alianzas tácticas. Y, sobre todo, confianza en el conjunto de la izquierda abertzale, porque lo esencial no es articular una mayoría coyuntural que nos permita desatar cuatro nudos, sino sentar las bases de una estrategia nacional y democrática que apunte directamente hacia la independencia. La democracia vasca como suelo, el estado socialista vasco como techo.

Discutamos sobre cómo hacerlo. Qué nos sobra. Qué nos falta. En cualquier caso, no perdamos de vista dos lecciones que a estas alturas ya deberíamos tener bien sabidas: a ese escenario resolutivo el Estado llegará sin verdaderas intenciones de pactar una solución democrática; y el PNV se alineará con los intereses de siempre. La cantidad de energía que activemos deberá ser capaz de sortear ambos obstáculos, y para ello, hay que combinar las experiencias de 1998 y de 2006.

Así pues, Euskal Herria será, como siempre, la clave. Protagonista y blindaje, motor y garante de su libertad. Por ello, nos toca una vez más estar a la altura. Seguir en el tajo. Sin complejos, sin prejuicios, sin regalar titulares al enemigo.

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