Tan asociado ha estado Mendizorrotza al sufrimiento en los últimos tiempos que parece que se le haya olvidado disfrutar. Así, el que debía haber sido un partido para el disfrute se convirtió en una enorme decepción y en una cita de esas en la que toda la familia albiazul abandonó su templo con cara de tonto. Tan fácil se veía todo en el descanso, con una renta de 2-0 que no se recordaba desde hacía tanto tiempo ante un rival muy flojo, que los más escépticos o realistas se temían un revés que que terminó llegando en forma de empate.

Al margen de los dos puntos que se escaparon, lo peor fue la forma en la que se esfumó un triunfo que el Glorioso tuvo en sus manos. Y es que, el Levante sólo necesitó de la altura de sus dos delanteros y del paso atrás que dio el equipo albiazul en el aspecto técnico y físico para llevarse un punto con el que ni siquiera soñaba al descanso.

Sin desarrollar, ni mucho menos, el juego fluido de ante el Córdoba, el partido se le puso muy de cara muy pronto al equipo de Salmerón. Si en partidos pretéritos al Alavés se le achacó falta de pegada, en los primeros 45 minutos de ayer tuvo una efectividad casi total y puso el partido cuesta abajo.

Quitando el susto inicial en una descordinación defensiva, el Alavés llevó el peso del partido desde el inicio y, aunque cargó quizá en exceso su juego por la banda izquierda, tras dos avisos de un Javi Guerra que sacó los colores a Ballesteros y Yago, los albiazules se adelantaron en el marcador en el minuto 25. Raúl Llorente vio muy bien a Toni Moral cambiado de lado, le puso un gran balón que éste controló y Moreno aprovechó el rechace de Reina a su disparo para conseguir el 1-0 en un potente remate nada sencillo.

El Levante adolecía de una preocupante falta de reacción que hizo que el ritmo bajase bastante tras el tanto albiazul pero otra buena jugada desde el flanco izquierdo terminó en un claro penalti de Yago a Javi Guerra. Toni Moral, que había sido el que puso el centro al malagueño, se encargó de transformar la primera pena máxima de la temporada y Mendizorrotza se fue al descanso con una tranquilidad desconocida desde hacía mucho tiempo.

Sin embargo, los agoreros tuvieron razón y el panorama cambió en la segunda parte sin que el Levante tuviera que hacer mucho. Bastó la entrada del tanque Iborra para que al Alavés le entraran las dudas.

Bombeo de balones

Al equipo levantino no le quedaba otra que arriesgar y, si ya en la primera parte Geijo peinaba todos los balonazos, la entrada del joven delantero acentuó la búsqueda del juego aéreo por parte del equipo de Luis García.

Entre que a los albiazules les surgieron las dudas, que los problemas musculares comenzaron a aparecer y que Salmerón volvió a estar bastante desacertado con los cambios, especialmente con la entrada de Jacobo por parte de Toni Moral, el equipo granota se lo fue creyendo y tuvo premio.

Samuel certificó el fin del sosiego al aprovechar un rechace a la salida de un corner con un disparo que se coló tras pegar en el poste derecho de Bernardo. Con media hora por delante, el Alavés sólo intentó cerrar el partido arañando segundos al reloj en cada falta y cada saque de banda y, aunque Javi Guerra tuvo el 3-1 definitivo en una gran galopada que envió al poste, como suele suceder en estos casos, Pina marcó el gol del empate en el 86.