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Bocetos para un cuadro inacabado

«Las horas del verano»

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KRITIKAK

Koldo LANDALUZE

En los primeros compases de «Las horas del verano» resuena el eco legado por la brisa que transitó por «Finales de Agosto, principios de Septiembre». La muerte vuelve a mostrarse exuberante en la casa solariega que un día albergó a un gran pintor y cuya escenografía queda, ahora, cubierta por los gritos y carreras de niños que emprenden búsquedas de tesoros ocultos.

Mientras los niños acaparan la escenografía de la aventura, los mayores ríen, charlan y conversan afablemente en compañía de la matriarca que intuye la cercanía de su despedida.

El otoño de la vida se transmuta en verano luminoso. La primera parte de la nueva película de Olivier Assayas es un emotivo adiós a la vida.

La anciana no quiere improvisaciones y deja todo atado, a pesar de que sus hijos no quieran escuchar la palabra muerte e intentan eludir lo inevitable concretando citas futuras. La charla que la anciana comparte fugazmente con la mujer que ejerce las labores domésticas del caserón, resume a la perfección las intenciones de este filme cubierto por tenues penumbras y luces de sol que se intuyen más allá de los ventanales. Después de este instante decisivo la pantalla queda cubierta por un telón que ya no se alzará más.

Poco cabe destacar tras este notable inicio. Durante la película, da la sensación que Assayas se niega a desprenderse de los instantes que capturó en la citada «Finales de Agosto...» y ha rodado una historia lindante a aquella geografía humana que visitó la Parca.

Poco más cabe destacar en este filme monótono en sus tonos y rácano en sus intenciones por que, personalmente, no encuentro calor ni afecto en los devaneos económico-afectivos que comparten los tres hijos de la madre que murió ocultando algún que otro secreto que jamás alterará la conducta de unos personajes que pasan fugazmente por una historia técnicamente impecable pero carente de garra y entrañas. Da la sensación que el cineasta quiere reconvertir al espectador en uno más de los visitantes del museo D´Orsay.

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