Maite SOROA
Después de las bombas
Las reacciones a los últimos atentados de ETA eran más que predecibles, pero todavía hoy se escriben cosas que llaman la atención. En el editorial de «El País», por ejemplo, leía cosas como la que sigue: «El coche bomba de Vitoria, que dañó la sede central de Caja Vital, respondía a la pueril pretensión de advertir y castigar a la caja alavesa por su rechazo a la fusión de las cajas vascas. ETA no se ahorra ningún disparate criminal, aunque sea tan burdo como intervenir con explosivos en operaciones corporativas».
Sorprendente el nivelón del análisis, ¿verdad?
Y el mismo escribiente hacía propuestas concretas para resolverlo todo: «La táctica política más inteligente consiste en estimular a las agrupaciones políticas identificadas con la llamada izquierda abertzale a que rompan definitivamente con las prácticas terroristas y se desliguen de sus vinculaciones con ETA. Si no se les expulsa legalmente de las instituciones, no tienen motivos para cortar vínculos y dependencias con la banda terrorista». Lo de «estimular» tiene su gracia. Maldita, pero gracia.
El editorial de «El Mundo» tomaba tono casi profético para sentenciar que «Una vez que Zapatero ha olvidado sus ingenuidades de la pasada legislatura el submundo abertzale debe tener claro que en la violencia no hay más futuro que la cárcel». Para submundo, el que frecuenta Pedro J.
Y, como conclusión, el fanatizado editorialista aseguraba que «los ataques a la Ertzaintza y Caja Vital dejan especialmente a la intemperie a Ibarretxe, empeñado en su consulta independentista, por encima de la legalidad del propio Estado del que deriva su elección como lehendakari. Si, como parece, Ibarretxe quiere quedarse con los votos de los proetarras, después de que el PCTV y ANV hayan sido ilegalizadas por el Tribunal Supremo y no puedan presentarse a los comicios autonómicos, ahí tiene la respuesta en forma de coche bomba. Con el agravante de que es la propia violencia de ETA, como bien denunció Urkullu, lo que resta legitimidad a cualquier objetivo político que coincida con el de una banda criminal». Cada día estoy más convencida de que toman sustancias alucinógenas.