En una nueva muestra de la «impronta democrática» impuesta por EEUU a Japón desde su derrota en la II Guerra Mundial, el PLD, partido en el poder de forma prácticamente ininterrumpida desde 1955, eligió al nuevo primer ministro del país del Sol Naciente. Taro Aso será ratificado en los próximos días por el Parlamento en una decisión de puro trámite. Aso tratará de no correr la misma suerte de sus dos predecesores, Shinzo Abe y Yasuo Fukuda, forzados a dimitir en medio de una impopularidad sin precedentes y que está directamente relacionada con las medidas ultraliberales con las que el PLD trata de sortear una crisis económica que dura años y que castiga, cómo no, a las clases más desfavorecidas del país. Todo apunta a que, para ello, el nuevo primer ministro, considerado un halcón tras su paso por el Ministerio de Exteriores, acentuará su perfil pan-nipón y su defensa de un rearme militar y político de Japón por encima de las limitaciones que le impuso el Ejército estadounidense tras la capitulación del emperador Hirohito entre las cenizas de Hiroshima y Nagasaki. Eso sí, ya ha confirmado que no tocará un ápice la relación -para muchos sumisión- de Tokio para con el aliado estadounidense. En este sentido, podría acentuar su papel de contrapeso regional a su enemigo histórico, la emergente China.