Tsilla Chelton sigue viva y en activo! Esta es la mejor noticia que nos podía dar el Zinemaldia donostiarra, que resucita a la gran actriz parisina del repertorio de Ionesco y del teatro del absurdo en una película turca, de la que es absoluta protagonista a sus 90 años. Ya sólo por la energía que desprende esta mujer incombustible deberían darle este año la Concha de Plata a la Mejor Actriz, si es que hay justicia divina en los festivales.

No ha perdido el terrible carácter que exhibía en su más genial creación cinematográfica, cuando Étienne Chatilliez la dirigió en 1990 en «Tatie Danielle» (¿Qué hacemos con la abuela?), como una viejecita de apariencia inofensiva que las mataba callando. También conserva intacta su ironía gestual, muy bien aplicada al personaje de una anciana que sufre alzheimer, debido a que en los momentos de lucidez logra burlarse de los miembros de su familia a los que se supone en pleno uso de sus facultades mentales. A la realizadora turca Yesim Ustaoglu hay que felicitarla por haberse acordado de Tsilla Chelton, y por escribir para ella una historia tan conmovedora como lo era «La balada de Narayama», y cito la hermosa película de Imamura sobre la vejez por la enorme similitud con el final de «Pandoranin kutusu», cuando vemos en la lejanía la ascensión de la protagonista hacia su ancestral montaña que le servirá de liberadora última morada, según dicen los créditos situada en la costa occidental del Mar Negro. Hace bien en perderse, habida cuenta de que lo que deja atrás no es precisamente un panorama alentador de cara al futuro. Sus descendientes no disponen de tiempo material para ocuparse de la abuela ni de sí mismos, ya que están demasiado desquiciados con su ajetreada vida de clase media volcada en el desarrollismo de la Turquía europeísta. Una coyuntura muy bien reflejada por Yesim Ustaoglu, tomando como escenario del cruce entre tradición y modernidad a la ruidosa y superpoblada ciudad de Estambul, que no es un lugar para viejos.