Hunger» es uno de esos filmes cuyo visionado deja KO al espectador desde su primera escena-impacto y para conseguirlo, el debutante Steve McQueen se sirve de un recurso dramático extremo, brutal y coherente. Resultará inevitable que muchos comentaristas saquen a relucir un macabro paralelismo entre la magistral «La Pasión», de Mel Gibson, y esta no menos excelente crónica de lucha y agonía protagonizada por Bobby Sands, lo cual provocará que ambos personajes tiendan a ser unidos por sus respectivos «martirios». Lo que sí es cierto es que Mc Queen, avalado por la compañía de Gibson (Icon), ha sabido entender y plasmar lo que tanto se criticó en su día al australiano: mostrar sin miedo alguno lo que siempre se ha intuido. A partir de esta declaración de intenciones, sale a relucir la brutal conducta humana que queda evidenciada en la figura del Gobierno británico y sus funcionarios de prisiones. En este sentido, destaca el perfecto dibujo que hace del funcionario torturador que no puede impedir que de sus nudillos sangren constantemente o de las brutales cargas policiales que reciben por respuesta los presos del IRA a su reivindicación del status de prisioneros políticos. Tras este inicio abrumador, el filme centra su interés en la figura de Sands a través de una magnífica escena -plano fijo- que atrapa la conversación que el preso mantuvo con el padre Dominic Moran y que daría paso a la consabida huelga de hambre. Es, en este último tramo del filme, cuando el parentesco entre McQueen y Gibson se acentúa mucho más, ya que el primero no ha dudado en mostrar en toda su crudeza el deterioro físico y el dolor padecido por Sands durante su lenta agonía mediante un tratamiento visual que no admite dobles lecturas y muestra el dolor en toda su intensidad gracias a una caracterización que Fassbender lleva hasta sus últimas consecuencias, físicas lo cual hará que muchos dirijan su mirada hacia otro lado y, en todos los sentidos, lejos de la pantalla.