Serbia se va quedando sola en los Balcanes en su oposición a Kosovo
Ensimismada por su reciente victoria en la ONU, Serbia ha reaccionado airada al reconocimiento de Kosovo por parte de Montenegro y Macedonia y ha ordenado la expulsión de sus embajadores. El anuncio ha dolido especialmente en Belgrado, que ya no tiene aliados en esta cuestión entre las repúblicas ex yugoslavas, con la salvedad de la situación especial de Bosnia-Herzegovina.
GARA |
El Gobierno serbio respondió al reconocimiento de la independencia de Kosovo por parte de Montenegro y Macedonia expulsando a sus respectivos embajadores en Belgrado.
Horas después de que Montenegro reconociera al nuevo Estado balcánico, la Antigua República Yugoslava de Macedonia (ARYM) seguía sus pasos, arrojando a un pozo el gozo serbio tras su victoria reciente en Naciones Unidas.
La Asamblea General de la ONU aprobó el miércoles por mayoría simple de sus miembros presentes la propuesta serbia para pedir a la Corte Internacional de Justicia un dictamen sobre la legalidad internacional de la independencia, aunque tutelada, de Kosovo.
Pletórico, el Gobierno del presidente serbio, Boris Tadic, anunciaba poco después su intención de hacer regresar a sus embajadores a los países que reconocieron el nuevo estatus del que fuera enclave en manos del centralismo serbio.
Poco le duró la alegría. Sometido a fuertes presiones por parte de Belgrado, el Gobierno montenegrino decidía ignorarlas y hacer valer su reconquistada soberanía saludando el nuevo proceso abierto en Kosovo.
Montenegro, que logró su independencia de Serbia en referéndum en la primavera de 2006, cuenta con una importante minoría que se declara serbia y comparte idioma -el serbocroata de tiempos de Tito- y credo -ortodoxo- con Serbia, así como un pasado en buena parte común.
«Lo más duro»
La decepción en Serbia por este gesto es directamente proporcional a las amenazas vertidas recientemente por sus gobernantes contra Podgorica. «La decisión de Montenegro es todavía más dura que si todo el mundo al unísono hubiera reconocido a Kosovo», señaló el dirigente de la oposición panserbia Miroslav Markicevic.
Los grupos pro-occidentales que sostienen al Gobierno de Tadic participaron también de las críticas. «Por primera vez en su historia, el Gobierno de Montenegro ha tomado una decisión contraria a los intereses de Serbia», aseguró Suzana Grubjesic, del partido G17 Plus.
Con minoría albanesa
Tal y como se había adelantado, el Gobierno macedonio se apresuró a ponerse al paso del montenegrino y ambos emitieron un comunicado conjunto en el que anunciaron que «la decisión de reconocer a Kosovo (...) es el resultado de una evaluación política cuidadosa».
Evaluación que, en el caso de Skopje, coincide casualmente con la reciente visita a Macedonia del jefe del Pentágono, Robert Gates, quien presidió junto al lago Ohrid una reunión de titulares de Defensa de la región.
La ARYM cuenta con una importante minoría albanesa (alrededor de un tercio de su población) que protagonizó a principios de esta década un levantamiento armado denunciando su discriminación y al calor de la expulsión del Ejército serbio de Kosovo por parte de las fuerzas de la OTAN.
Una OTAN a la que Skopje aspira a integrarse si se salva el escollo de la oposición de Grecia, que mantiene con la ARYM un diferendo histórico sobre el patrimonio de la designación de Macedonia, nombre de una provincia griega.
Bosnia-Herzegovina es la única república ex yugoslava que no ha reconocido al nuevo Kosovo. No parece factible que lo haga, toda vez que el ente serbio (República Srpska) mantiene su veto e, incluso, ha amenazado con su separación unilateral.
Croacia y Eslovenia lo hicieron poco después de su proclamación, en febrero pasado. Tambien Hungría, Albania y Bulgaria -este último país aliado histórico de Rusia- reconocieron a Kosovo.
Pese a ordenar la expulsión de sus embajadores, el Gobierno serbio lanzó mensajes conciliadores y ratificó «los lazos indisolubles de Serbia con sus pueblos (macedonio y montenegri- no)» y su «compromiso para trabajar a favor de la estabilidad en la región». Recordó, asimismo, que «compartimos un objetivo común, la aspiración a entrar en la UE».
Desde Kosovo, el primer ministro, Hashim Thaçi, aseguró que estos últimos reconocimientos «contribuirán a la estabilidad y a la cooperación» en la región balcánica.
La aplastante victoria de las opciones políticas comunitarias en las municipales confirma las profundas divisiones étnicas en Bosnia Herzegovina, unas divisiones que los Acuerdos de Dayton -que en 1995 pusieron fin a la guerra- no hicieron sino sancionar legalmente.
«El mensaje de estas elecciones es que el país seguirá en un estado de crisis permanente», augura el analista político Srecko Latal, quien anuncia efectos nefastos y un largo impasse en cuanto a la adopción de las reformas que buscan reforzar las instituciones unitarias.
Esta reforma es parte de las condiciones impuestas por Bruselas en el cuadro del acercamiento de Bosnia-Herzegovina a la UE. Para arrancar el compromiso serbio a terminar con la guerra, la «comunidad internacional» accedió a dividir la república en dos entidades, la República Srpska y la Federación Bosnio-Croata. El ente serbio se niega a compartir instituciones unitarias con Sarajevo y veta los cambios constitucionales, cuyo debate debería comenzar en breve.
El SNSD panserbio y la HDZ pancroata vencieron con rotundidad en sus respectivos feudos. El problema se complica ya que el movimiento pancroata acaricia la idea de reivindicar un ente propio como el que ya disfruta la minoría serbia. En el lado bosnio el SDA triunfó en las elecciones municipales.
La campaña electoral ha estado marcada por las exigencias de las minorías serbia y croata y por la reivindicación, por parte bosnia, de una refundación del país teniendo en cuenta su mayoría.
Belgrado utiliza a los serbios de Bosnia y a los serbios de Kosovo como quintacolumnas en estados vecinos para garantizar sus intereses nacionales y debilitar a sus enemigos.
