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Iñaki URDANIBIA

Com va, Manolo?

Hoy hace cinco años que Manuel Vázquez Montalbán voló como los pájaros del lugar que da título a uno de sus libros, en el aeropuerto de Bangkok; «estúpidamente lógica/ sin designio/ llega / sin guadaña/ secreta/ sorbe alientos/ hiela miradas...». Con trece años de antelación lo había, poco menos que, adivinado: «El cartero ha traído el Bangkok Post/ el Tailandia Travel/ una carta sellada/ la muerte de un ser querido.../...con el extranjero que espera vida o muerte/ ignorado en un rincón de Asia». Huérfano se quedó el periodismo hispano, pues no cabe duda de que el escritor, novelista, ensayista y poeta, era de los que sacaba punta a los temas de actualidad, y era capaz de mostrarse crítico con muchos de los aspectos que parecen intocables para la inmensa mayoría de los columnistas de la piel de toro, que se conducen en manada como los mansos, él siempre se mostraba bravo como el animal recién nombrado. Embistiendo contra la tontuna bajo todas sus formas.

Vázquez Montalbán acompañaba esta mirada crítica con un afilado humor y con una distancia distante del cinismo del malo (que nada tiene que ver con la irreverencia de los griegos), ya que sus posturas mostraban un inequívoco compromiso en pro de una sociedad más justa, y menos dominada por el pragmatismo económico y productivista, y por la estupidez salpicada por los medios de (des)información de masas. Don Manolo era como una ladilla que atacaba la molicie y la estulticia dominante con las armas de la pluma, como un pepitogrillo que intentaba sacudir el conformismo ambiente.

Si como escritor destacó, y en especial quizá su celebridad se debió a sus novelas protagonizadas por el variopinto y célebre Carvalho, tal detective parecía un reflejo -en ciertos sentidos, claro- del propio escritor en el sentido de ser un bon vivant. Así en sus novelas, que son además una humorística y certera crónica de los tiempos de la llamada transición, de sus costumbres y hábitos culturales, destaca todo un recetario compuesto de buenas viandas, deliciosos y adecuados caldos, y su elaboración por el hábil Biscuter. Así, el propio aspecto físico del escritor creo que correspondería a su detective, o viceversa; un tripero, aunque éste sea un consumado sibarita, no puede tener el aspecto esmirriado que la serie televisiva le dio, el de un chulito ligón de playa.

La imagen de Vázquez Montalbán era la de un ser campechano, la de una persona que se agarraba a la vida hasta arañarla, con intensidad y plenitud, y con sobradas dosis de fino humor y socarronería, imprescindibles instrumentos para aguantar este valle de lagrimas... «qué rostro tan pequeño/ qué ojos tan perplejos/ qué sabio temblor/ el de su barbilla...». El autor del «Manifiesto subnormal» era buena gente e indudablemente una de las miradas más perspicaces, críticas y astutas de las que manchaban las páginas de las publicaciones del Estado hispano, desde «Hermano Lobo» al último de sus libros.

Y hablando de sus libros, con motivo de este aniversario ha sido publicado primorosamente un libro -que antes vio la luz en Seix Barral- que recoge las poesías del catalán; género bastante ignorado cuando se habla de él. «Poesía completa. Memoria y deseo, 1963-2003» (Península, 2008), contiene además de un par de texto inéditos, un par de estudios de dos conocedores de la obra del barcelonés, M. Rico y J.M. Castellet. Buena ocasión para recordar al escritor todoterreno que escribió «la vida murió/ ningún consuelo nos deja/ la memoria /en el presente...».

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