Preacuerdo para el presupuesto de 2009
Una decisión política basada en el querer pactar
PNV y PSOE tienen desde hace cuatro años un acuerdo tácito de no agresión para apoyarse los respectivos presupuestos en Madrid y Lakua. Y lo han mantenido.
Iñaki IRIONDO
Los acuerdos presupuestarios no están basados en los números, sino en una decisión política previa de querer pactar o no. Una vez tomada esta decisión inicial, son tantas las partidas que contienen las cuentas generales, que siempre es posible encontrar un asidero para justificar el pacto. En los últimos cuatro ejercicios impera entre PNV y PSOE un acuerdo tácito de facilitarse mutuamente la gobernabilidad. Hace un par de años, por estas fechas, lo explicaba con claridad Joseba Egibar a GARA. «Para cada institución -decía- sus presupuestos son los más importantes y no es fácil sacarlos adelante. Lo que planteamos es un pacto de no agresión: yo no impido que salgan tus presupuestos en el Estado y tú no los impidas aquí. ¿Que luego ha habido acuerdo sobre alguna enmienda? Eso que ganas». La idea ha sido confirmada recientemente por el portavoz jeltzale en el Congreso de los Diputados, Josu Erkoreka, quien en su blog escribe, concluyente, que «quien crea que en la aprobación de esos presupuestos [los de la CAV en los últimos años] nada ha tenido que ver el trabajo llevado a cabo en Madrid por los diputados y senadores del PNV, es que, o no entiende nada, o no quiere hacerlo. No digo más».
En este contexto, los números son casi lo de menos. No es que las inversiones o compromisos que cada parte consiga no sean importantes, pero no son lo decisivo, son la paga que Madrid le da al PNV o Lakua al PSE para que pueda vender su decisión ante la opinión pública y sus respectivos electorados.
Contra lo que pudiera pensarse, ni siquiera el que un partido tenga aseguradas otras mayorías es impedimento para poder llegar a acuerdos si ése es el deseo político. Por ejemplo, en los años 96, 97 y 98 el PNV y el PP alcanzaron acuerdos presupuestarios -algunos muy enrevesados- pese a que José María Aznar contaba con el apoyo de CiU que le garantizaba los votos necesarios.
A veces las cosas se tuercen. En el 99 había ya un acuerdo cerrado cuando unas palabras de Aznar lo mandaron todo al garete a última hora. El presidente del Gobierno español dijo que la oferta del PNV a Euskal Herritarrok para avanzar en la construcción nacional eran como los acuerdos de los aliados con Hitler antes de la Segunda Guerra Mundial y el PNV se enfadó y rompió toda relación con Aznar. Eso nada tenía que ver con las cuentas públicas.
Los gobiernos de un partido suelen presentar, normalmente, presupuestos en una línea continuista de un año a otro. Por lo tanto, ¿por qué, por ejemplo, el PNV apoyó a Felipe González en el 94 y no en el 95? Pues porque a finales del 95 el Ejecutivo del PSOE estaba ya casi hundido por el GAL y la corrupción y, presentara los números que presentara, ningún partido quiso acompañarle y las cuentas fueron rechazadas en el Congreso de los Diputados y devueltas al Gobierno, que estaba ya agonizante.
Por eso, sabiendo que el voto final sobre los presupuestos -salvo accidentes de última hora- son una decisión política previa, resulta llamativo que el PNV haya decidido apoyar al presidente del Gobierno español que, según el lehendakari, conculca derechos de la ciudadanía vasca hasta el punto de merecer ser denunciado ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Y que lo haga, además, en un momento político en el que la urgencia de aprobar unos presupuestos la tiene José Luis Rodríguez Zapatero, que se enfrenta a las primeras cuentas de su nueva legislatura y en una coyuntura de crisis percibida como muy peligrosa por la ciudadanía; mientras que Juan José Ibarretxe podría permitirse prácticamente sin ningún coste ni político ni electoral prorrogar los presupuestos actuales.