Camacho ya sabe cómo se las gasta Osasuna. Pasada una década, el de Cieza vuelve a revivir lo que es dirigir a un equipo en puestos de descenso -en esa situación abandonó el Sevilla en la 1996-97- y, de no variar mucho el panorama, tendrá que mentalizarse de que por esos derroteros va a discurrir, al menos el primer tercio de la temporada, siendo muy optimistas.

Desde luego que no es justo equiparar la llegada del técnico murciano a la caída al abismo de la escuadra navarra, pero sí que la nueva coyuntura obliga a dar un urgente golpe de timón -el choque sabatino ante el Betis ya es una final- para que la moral de la tropa no acabe por decaer irremisiblemente.

Es ahora cuando se demostrará si la apuesta, tanto deportiva como económica, por el que fuera seleccionador español conlleva premio. Otra derrota en la próxima jornada liguera generaría muchos nervios entre la parroquia y quizás entonces la cabeza que se pida desde la grada no sea la del entrenador.