La seriedad cómica de un payaso universal
Carlos GIL Crítico teatral
Slava Polunin puede ser considerado como uno de los payasos más intelectuales que ha logrado crear un mundo cómico a partir de los clásicos teatrales, de la filosofía, de la introspección. Estudiante de mimo y pantomima, conocedor de las técnicas interpretativas de Stanislavski, Meyerhold, Artaud, de las concepciones de Samuel Beckett, Pina Bausch o Bob Wilson, su discurso escénico ha ido creando una gran escuela, sustentada teórica y prácticamente en la inauguración en los años 80 del Teatro del Arte del Clown Moderno, y posteriormente de la Academia Internacional de los Bufones, en la que ingresó el mes de setiembre Leo Bassi como miembro de honor.
Slava ha estado vinculado desde sus inicios con el Cirque du Soleil y hay que considerar que fue su sabiduría, su calidad, su visión la que confirió rango a este circo quebequés, convertido posteriormente en una multinacional. Todas las entradas de payasos de los grandes montajes de este circo estuvieron realizadas por él, por lo tanto fue el que le dio categoría a la marca y no al contrario, como podría parecer. Porque este maestro de clowns, se ha mostrado un hombre comprometido con su tiempo y es legendaria su caravana por la paz que organizó en Rusia en 1989, en la que participaron 150 payasos a los que se unieron sesenta teatros y consiguieron una caravana inmensa que llevó su mensaje a los lugares más recónditos.
Aparece con uno de sus espectáculos más reconocidos, creado en 1993 y con el que ha recorrido medio mundo. Y, según declaraciones del propio creador, su intento es recorrer el mundo entero. Una obra nada fácil, un humor basado en la melancolía, donde la nieve es un símbolo que congela las acciones, dotándole de una estética que ayuda al patetismo desde el que florece ese humor puro de un estilo de payasos del que se puede descubrir sus grandes inspiradores: Charles Chaplin, Charlie Rivel. Una escuela del clown poético, con una gran carga de profunda seriedad cómica.