ALPINISMO | Apertura en China
Nueva aportación al Siguniang
Los estadounidenses Chad Kellog y Dylan Johnson realizan la primera a la arista suroeste del Siguniang (6250 metros). Diez jornadas de escalada con dificultades de 6c, A2 y M5.
Andoni ARABAOLAZA
La estética e impresionante silueta del Siguniang empieza a tomar formas por todos los lados. Y nos referimos a las primeras escaladas que se están realizando a este esbelto pico que se encuentra en el desconocido valle chino de Changping. Aunque su primera ascensión data de 1981 (realizada por un equipo japonés por la arista sureste) y la segunda de 1992 (otra expedición japonesa hace cumbre por la cara sur y arista oeste), no es hasta 2002 cuando esta montaña empieza a sonar gracias a la actividad realizada por los británicos Mick Fowler y Paul Ramsden. Esta cordada también se hacía con una primera: la de la arista noroeste. Gracias a esa ascensión, los británicos se llevaron el preciado Piolet d´Or francés.
Pero la historia del Siguniang sigue su curso dos años después, cuando un grupo formado por dos estadounidenses y cuatro japoneses firman la primera a la cara sur y arista sureste. A pesar de su extraña lejanía, este seismil sigue siendo objeto de más visitas. Y otra de las aportaciones llegaba este pasado mes de setiembre con la primera ascensión a la arista suroeste. Los protagonistas, dos estadounidenses: Chad Kellog y Dylan Johnson.
Pues bien, la actividad de este dúo ha estado marcada tanto por la dificultades técnicas que se han tenido que solventar (6c, A2 y M5) así como por las penurias que han tenido que soportar por las durísimas condiciones que encontraron, sobre todo en la parte alta de la montaña. El descenso también fue épico, y es que la cordada estadounidense estuvo envuelta en una espeluznante tormenta con aparato eléctrico incluido.
En total, ha sido diez escalofriantes jornadas de actividad, entre el 21 y 30 de setiembre. Un dato a tomar en cuenta: Kellog perdió 9 kilos y Johnson 13.
Mucha variedad
Sin ningún lugar a dudas, tal y como también confirman sus dificultades técnicas, la línea elegida, la arista suroeste, tenía de todo: roca, nieve y mixto. Buscan el camino más propicio para llegar a la base de la pared (se trata de una zona muy desconocida), y una vez en ella, sobre todo a partir de los 4300 metros de altura, comienza la salsa. Por delante, nada menos que 600 metros de tapia para superar. Un muro de granito que lo lidian por la línea más lógica prevista.
Una vez en el murallón se percatan de que la escalada sería muy seria. Un dato. Necesitaron tres días para superar dicho murallón en 17 tiradas. Tuvieron secciones muy exigentes tanto en libre (6c) como en artificial (A2); en esas últimas más que la dificultad técnica lo más duro fue medírselas con la hierba y el musgo que cubrían las fisuras.
Superadas estas dificultades, la arista se convierte en más alpina, un jugueteo continuo con una cresta adornada de gendarmes que llegaba al límite de los 5100 metros. Era hora de montar el campo 5. Atrás habían dejado cinco jornadas de escalada.
El sexto día les depara otra sorpresa; el tiempo empeora. Nula visibilidad para sortear los gendarmes que estaban cubiertos de verglas y nieve bastante fresca. El campo 6 lo sitúan 200 metros más arriba. Pero la historia se iba a convertir todavía en más interesante, y es que al día siguiente afrontan la zona clave de la escalada: mixto (M5) para terminar con una cresta afilada de varios cientos de metros. Ya están en el campo 7, a 5571 metros.
Una vez ascendido el glaciar colgado, ya en el octavo día de ascensión, tienen la «suerte» de relajarse un poco, ya que se encuentran en la única zona plana de toda la ascensión. Octavo y último día de la subida. Era turno para la cima, entre niebla y nieve por una arista definida. Corto largo en hielo, y cumbre a las cinco de la tarde.
Pero, como manda el guión, todavía queda el descenso. De nuevo la cosa se pone fea: tormenta con aparato eléctrico. Hay que encontrar el descenso como sea, ya que la situación estaba expuesta a la «lluvia» de constantes rayos. Travesías, rápeles, destrepes... todo ello en condiciones muy duras. Al final, tras 42 horas de descenso sin parar llegan al campo base. Diez intensas y remarcables jornadas para la primera de la arista suroeste del Siguniang. Y, visto lo visto, este seismil chino todavía tiene mucha historia por delante.