Jesus Valencia educador social
El modelo negociador de Rodríguez y Pérez
Rodríguez y Pérez, jugando al bueno y el malo, han llevado las posturas al extremo dejando bien a las claras que no querían negociar, sino vencer
La máquina de crear imagen presenta a los susodichos como personajes referenciales y modélicos. De Pérez, viejo zorro de la política hispana, se dice que es uno de los negociadores más hábiles con que cuenta el PSOE. Rodríguez, sol fulgurante en el cosmos socialista, brilla como el presidente del nuevo estilo. Puede que Zapatero y Rubalcaba hubieran pasado a los libros de texto con semejantes aureolas si no arrastrase el Estado algunos pleitos sin resolver. Uno de ellos, y nada desdeñable, el de las naciones que el Estado mantiene bajo secuestro.
Rodríguez y Pérez intentaron rentabilizar en beneficio propio un sentimiento muy arraigado en la sociedad vasca: el anhelo de paz. Así y todo, sus promesas de que buscarían con sinceridad acuerdos resolutivos hubieron de superar un serio obstáculo: sus palabras gozaban de poco crédito; la historia del PSOE está salpicada de tantos chanchullos y fraudulencias... En su gestión anterior llegaron a prometer 800.000 puestos de trabajo; y la sabiduría popular, vistos los resultados, coreaba aquello de «los 800.000, son de la guardia civil». Promovieron el referéndum de la OTAN con el slogan «De entrada, no» y, de nuevo el vulgo, socarrón y ocurrente, añadía la coletilla de «...y de salida tampoco». Añádase el mal sabor de boca que dejó la actuación del PSOE en la Mesa de Argel; súmese a ello el choriceo generalizado de sus jerifaltes y se podrá entender el poco crédito que se concedía al PSOE. Pese a ello, y en aras a encontrar alguna salida a tanta bronca, hicimos de la desconfianza virtud. Y cundió el entusiasmo cuando supimos que las partes andaban en conversaciones.
La necesidad de dar pasos políticos que desbloqueasen el conflicto ha dejado en cueros a Rodríguez y a Pérez. El talante del primero se desplomó como castillo de naipes a las primeras de cambio. Lo sucedido en Catalunya era un pésimo presagio («cuando las barbas de tu vecino veas pelar...»); prometió respetar los acuerdos catalanes y ventiló el embrollo con nocturnidad y alevosía. En cuanto a Pérez, nunca he apreciado en él la más mínima destreza negociadora que tan generosamente le atribuyen. Su actuación a lo largo del fracasado proceso ha sido un compendio de actitudes antidialogantes. De entrada, no tenía la menor voluntad de resolver el conflicto, sino de «reinsertar» a la izquierda abertzale. Como es su costumbre, ha hecho gala de una actitud inflexible y rígida; ha degradado el diálogo acompañándolo de mentiras, guerra psicológica, coacciones, ataques personales y falta de respeto a sus interlocutores... Rodríguez y Pérez, jugando al bueno y el malo, han llevado las posturas al extremo dejando bien a las claras que no querían negociar, sino vencer.
Y, como máxima expresión de la incompetencia negociadora, las amenazas. El 24 de julio de 1512 los habitantes de Iruñea, asediados por las tropas del Duque de Alba, quisieron negociar con él algún acuerdo pactado. El caballero español les respondió con arrogancia: «si no os rendís, la ciudad será metida a saco con toda crueldad». El PSOE, 500 años después, sigue utilizando el mismo «modelo negociador».