CRÓNICA | HOMENAJE A LOS FUSILADOS
La memoria de Maravillas y 45 vecinos suyos cala en Larraga
Maravillas Lamberto, su padre y 45 vecinos más de Larraga fusilados como ellos han obtenido al fin el reconocimiento debido. Su pueblo se volcó en un acto cargado de emoción. No faltó su hermana, Josefina, que ha llevado toda su vida la carga de este drama.
Jasone MITXELTORENA
El nombre de Maravillas Lamberto se ha convertido en Nafarroa en el símbolo de las mujeres violadas y muertas por el régimen franquista. Su localidad, Larraga, fue de las más castigadas por el golpe de 1936, cuando 45 hombres y esa niña de 14 años llamada Maravillas fueron fusilados. Un grupo formado por los caciques y el párroco de la localidad se ensañaron con los republicanos que representaban al sector más progresista de la localidad.
A diferencia de la cercana localidad de Oteitza, donde el cura sí intervino en favor de los vecinos, en Larraga el parroco lideró esta razzia en la que se llegó a fusilar en un mismo día hasta a veinte personas. Precisamente ayer se cumplían 72 años desde aquel trágico día. Ha tenido que pasar todo este tiempo para que las víctimas de la peor violencia del franquismo obtuvieran el merecido reconocimiento.
El homenaje fue organizado por la asociación Ahaztuak 1936-1977, después de que el Ayuntamiento se negara a ello con los votos de UPN y PSN. Asimismo, rechazó dedicar una calle a Maravillas Lamberto. Ayer se colocó una placa en su honor, en la sociedad Auzolan de la localidad, a la espera de poder ubicarla en su casa natal. Tanto el Ayuntamiento como la actual dueña se han opuesto a ello.
A pesar de ello, el acto de homenaje de ayer congregó a cientos de personas en la plaza del pueblo, a la que llegaron autobuses desde Sartaguda o Bilbo. En el acto intervino la nieta de uno de fusilados, y tras las declaraciones de Ahaztuak y la intervención de las joteras de Larraga llegó uno de los momen- tos más emotivos del día: Fermin Balentzia cantó la canción dedicada a Maravillas, acompañado de su hermana.
Josefina Lamberto tenía diez años cuando se llevaron a su padre, Vicente Lamberto, y con él a su hermana. Se trasladó a Iruñea con su madre y otra hermana de 12 años. Llegaron a la ciudad con las manos vacías. Cinco años después Josefina decidió hacerse monja con la idea de ser libre y de que no le pesara lo ocurrido en su familia, pero no fue así: La orden donde ingresó, al tener noticia de su historia, la envió lo más lejos posible, nada menos que a Pakistán, donde trabajó durante años en pésimas condiciones. De allí la trasladaron a la frontera franco-belga, y finalmente a Madrid.
La lucha por saber
Allí, Josefina Lamberto se puso en contacto con asociaciones que investigaban casos como los de su padre y su hermana. La superiora del convento, al conocer su inquietud, le replicó que «algo habrían hecho» y le prohibió asistir a las reuniones donde esperaba aclarar lo ocurrido a su familia. Josefina abandonó los hábitos, y se trasladó a Iruñea. Ya en Nafarroa ha podido acudir a homenajes realizados en los últimos años, y ayer, por fin, también pudo hacerlo en su pueblo, en Larraga.
Al final del acto, José Mari Esparza leyó una carta dedicada a Maravillas. En la línea de la canción de Balentzia, recordó el contexto en el que se produjo su muerte, y remarcó que hoy en día siguen gobernando los sucesores de los responsables de aquellas atrocidades. Dijo que quienes luchan por un ideal se convierten en inmortales. Desde ayer, en Larraga cuentan además con un monolito, con todos sus nombres, que los recuerda.