Raimundo Fitero
Delirante
Todo es una cuestión de regular la aproximación al fenómeno. TVE está ofreciendo desde finales de setiembre una serie de Álex de la Iglesia que ha ido malviviendo en La 2 y que pretende encontrar una resurrección con un cambio horario que probablemente servirá para medir su real impacto. Las cifras de audiencia en La 2 empiezan a ser testimoniales, y la apuesta del ente parece ser la de dejar la cadena como el lugar donde programan aquello que no saben con exactitud dónde colocarlo. O dicho de otro modo, a La 2, como no la traten bien, la van a hundir, y eso que colocan en su programación algunas de las producciones que pueden interesar a unos públicos específicos, mucho más jóvenes y con una relación con el electrodoméstico menos dependiente.
«Plutón Barbenero» es una comedia de ciencia-ficción que contiene algunos de los excesos del director vasco y también algunos de sus logros, como es el de crear unos mundos inverosímiles que van tejiendo una realidad comprensible. El formato de serie de larga duración, veintiséis capítulos de media hora, hace que se pueda testar perfectamente su auténtica capacidad de penetración, y hay tantos momentos exuberantes, tantas situaciones fuera de lo común, tantos personajes excéntricos, que habrá que esperar unas semanas para entender si ha logrado que sus maneras de ser y estar, sus formas de hablar, traspasan la pantalla y las empezamos a escuchar en las cenas con los amigos.
Hay motivos para poderse enganchar, pero hay que saber que se trata de algo que excluye a todos aquellos que quieran ver emociones, sentimentalismos y normalidad. Se trata de una extravagancia, de una bendita locura, pero entre tanta barbaridad, podemos hallar, incluso, motivos para la reflexión. El mundo que nos describe no está muy alejado del que vivimos, aunque su mirada sea esperpéntica. Y no olvidemos que es una serie rodada en interiores, es decir de unos espacios reducidos, de un reparto ligero y de una apuesta para buscar nueva clientela para La 2. Y con el humor como bandera. Hay momentos delirantes, algunos diálogos muy buenos, pero una excesiva liviandad estructural. La buscaremos en el espacio de la parrilla.