La crisis financiera y económica destroza a las bolsas en octubre
La actividad de los mercados financieros en octubre termina a la baja porque se nota que el lastre de la crisis financiera se está trasladando a la economía real. De hecho, ya se han planteado los primeros síntomas de recesión económica en Estados Unidos y Gran Bretaña. Noviembre espera a la cita del G-20, el próximo 15.
Alberto CASTRO Analista de Bolsa
Los mercados de renta variable cierran el mes de octubre con rotundas caídas, debido al lastre de la crisis financiera y la próxima entrada en recesión. Si en un primer momento, el terremoto financiero concentró toda la atención de las bolsas, se ha dado paso después a una preocupación todavía mayor al comprobarse sus efectos sobre la economía productiva con la restricción del crédito y las consecuencias sobre el crecimiento. El Ibex pierde este mes un 17,03%; el CAC 40, un 13,52%; el Dax Xetra, un 14,46%, y el FTSE 100 londinense, un 10,71%.
En octubre han ido cristalizando todos los males originados por el hundimiento de los bancos y la liquidez, que todavía dista mucho de ser corregido y que tiene por delante la prueba de su respuesta a los distintos planes de rescate multimillonarios aprobados en este mes. La magnitud del problema es tal que el presidente del Estado francés ha hablado de refundación del capitalismo como el mejor modo de superar la crisis. No obstante, los expertos creen que las medidas que se pondrán en marcha a partir del 15 de noviembre, fecha de la reunión del G-20 en Washington, no serán dolorosas para el sistema, puesto que se tratará de concentrar los esfuerzos en los trabajos de chapa y pintura, sin modificar el motor ni las partes más sensibles de la maquinaria capitalista. El análisis mundial de la situación sólo traerá conse- cuencias para el control de la actividad financiera, bajo el que se podrían establecer los principios de supervisión de los bancos y sus productos. Para estos últimos, y la vista de lo sucedido, se establecería un sistema de valoración de los riesgos más transparente y efectivo, especialmente en las emisiones de renta fija. Del mismo modo, se trataría de encontrar una mayor rectitud en el proceder de los participantes en los mercados financieros, con el que no sea posible la confusión en las posiciones de los generadores de análisis, las agencias de calificación crediticia y la actividad de las entidades bancarias. Es decir, aunque sin agenda previa, todo apunta a una revisión de los métodos de trabajo en el sistema financiero a nivel mundial, sin ninguna otra implicación de mayor calado. No se espera, por tanto, novedades relativas, por ejemplo, a las funciones de los grandes organismos internacionales como el FMI y el Banco Mundial. Tampoco se prevé encontrar ninguna referencia, por mínima que sea, sobre la necesidad de hacer cambios para buscar un modelo más justo.
A ritmo galopante
Mientras tanto, se está acercando la recesión a ritmo galopante -Estados Unidos dio el jueves la primera señal tras Gran Bretaña al contraerse un 0,3% en el tercer trimestre- y no parece que la artillería pesada dispuesta por los gobiernos occidentales pueda ser capaz de detenerla por el momento. La reanimación del sistema financiero mundial, con planes de rescate para las instituciones bancarias en todo el globo y ayudas a países como Islandia, Ucrania o Hungría, no logra devolver el ánimo a los inversores y consumidores. Es m·s, la caída del consumo -Estados Unidos acaba de sufrir su mayor descenso trimestral desde 1980 y el primero desde 1999- va a suponer el primer escollo a superar en un marco de crecimiento acelerado del desempleo y bajada de la confianza, tanto de los propios consumidores como de los empresarios. El Estado español se sumó oficialmente a esta senda de la recesión al anunciarse ayer un decrecimiento del 0,2% en el tercer trimestre.
El otro cartucho, el de los tipos de interés, sigue operativo, y después del recorte del 0,50%, hasta el 1%, en Estados Unidos, se espera que el BCE haga lo propio el 6 de noviembre y los rebaje hasta el 3,25%. Japón, por otro lado, situó el jueves el precio del dinero en el 0,3%, desde el 0,5%, nivel en el que ha estado durante siete años.
No obstante, habría que señalar que hay, al menos, varios signos esperanzadores. De un lado, la inflación, que se ha derrumbado en lÌnea con el desplome del precio del petróleo. En el mes de octubre el crudo se ha dejado más de un 30%, en tanto que desde los máximos de julio pasado ha recortado más de un 50%. Por otro lado, parece que la liquidez ha empezado a irrigar los mercados interbancarios, y como muestra, el Euribor, que ha estado cayendo en las últimas semanas hasta situarse por debajo del 5%. También se han encontrado motivos de esperanza en Estados Unidos, donde la Reserva Federal ya está comprando deuda a las compañías para facilitar su actividad y la apertura del mercado. En breve plazo, además, se pondrá también en marcha el programa de rescate de la banca estadounidense.
Deflación
Con todo, las alarmas están encendidas y no son pocos los que buscan comparaciones con la situación vivida en la Gran Depresión de 1930, no sólo por el calibre de la intervención en los mercados financieros, sino por los datos de desaceleración del consumo, al que podría acompañarle la caída de los precios para darnos de bruces con la temida deflación. En este dram·tico contexto, los trabajadores volverían a ser el eslabón más débil de la cadena, y el desempleo, como consecuencia del parón de la actividad económica, se dispararía todavía más de lo visto hasta la fecha.
Pero sin llegar a este extremo, son muchos los que, como el FMI, opinan que la contracción será larga y profunda. Por tanto, mitigar sus consecuencias sobre los m·s desfavorecidos debiera ser el principal objetivo de cualquier gobierno responsable.