CRíTICA música clásica
Estilismo versus pasión
OTXANDIO
La figura de Juanjo Mena ha programado a W.A. Mozart y P.I. Tchaikovsky como contraste muy depurado en estilos y para su expresión interpretativa.
Al componer sus conciertos para piano, el inefable Mozart mezcló los de violín (seis) como sutilezas y cambios de trazado interpretativo. Así, el teutón F.P. Zimmermann, solista requerido, con su Stradivarius moldeado, nos solazó interpretando con finura sonora los conciertos para violín y orquesta nº 2 en Re Mayor, Kv 211, y el nº 3 en Sol Mayor, Kv 216, dialogante claro éste último entre violín solista y orquesta.
La mínima orquestación avaló en el número 2 la evolución sonora y resaltó la frescura del solista, mientras que en el número tres frecuentó, aún más, el diálogo entre solista y orquesta en un forcejeo digno, que supuso un elegante vaivén entre ambos.
Siempre dejó un sello especial Mozart en los movimientos Adagio, tanto de piano como de violín, y la depurada técnica de Zimmermann y su instrumento favorito, el violín, emergieron del colectivo orquestal codeándose con la dulce flauta y otros instrumentos.
Fue en el bis generoso de "Variaciones sobre un tema regio", cuando Zimmermann descolló en su gran selecta disposición técnica, sobre las cuerdas de su violín, donde resaltó su arte y convenció aún más en el dominio técnico de su especial Stradivarius y su pulida y amplia sonoridad convincente al respetable.
Con la Sinfonía número 6 en Si Menor, Opus 74, denominada "Patética", tan fulgurante y tímbrica, la B.O.S. y Mena unieron valores para exponer con soltura las distintas expresiones anímicas, que propuso Tchaikovsky, de emocionar y sentir en explosión y sedosidad compartida, culminada en un Adagio lento y grave, sereno.
Lo aplausos sonaron sin término por parte del público atento.