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NBA

Los Mavericks se enfrentan a su última gran oportunidad

La franquicia de Dallas se encuentra ante una encrucijada provocada por una errática concatenación de decisiones que la ha hecho envejecer rápido.

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Izkander FERNÁNDEZ | BILBO

El dinero ya no lo es todo. Mark Cuban no parece tan todopoderoso como antaño y ya no es capaz de atraer a sus dominios a los mejores jugadores de la liga. No vale poner Playstations en los vestuarios ni premiar con suculentas cenas a sus jugadores estrella. Los Mavericks de Dallas han ido perdiendo fuelle desde que hace tres temporadas alcanzasen la final como favoritos al anillo y acabasen perdiendo ante unos Miami Heat de los que nunca más se supo.

Es duro pasar de ser una referencia de la competición a ser otro equipo más en reconstrucción. Pero, a todas luces, parece que es lo que a corto plazo le espera a los Mavs. Una sucesión de errores en los traspasos ha provocado que la plantilla de los tejanos se haya hecho mayor en un abrir y cerrar de ojos.

El momento clave que terminó por acelerar los acontecimientos vino el año pasado cuando el veterano base de los New Jersey Nets, Jason Kidd, recaló en las filas de los Mavericks tras un intercambio a gran escala donde siempre dio la impresión de que Dallas perdía mucho más de lo que ganaba.

Kidd declaró en su vuelta al equipo en el que debutó en la NBA que su ciclo en Dallas daría sus primeros frutos esta temporada. Lo cierto es que el año pasado en primera ronda de playoffs ante New Orleans Hornets los Mavericks no fueron más que un muñeco roto. El amargo recuerdo de hace dos temporadas cuando Golden State mandó a unos Dallas campeones de Conferencia a casa acentuó el desasosiego en el entorno de Nowitzki y compañía.

La cuestión es que con la llegada de Kidd, Cuban hipotecó las opciones de que su equipo pudiese renovar sus filas durante los próximos años ofreciendo futuras elecciones de draft a cambio del veterano base que parece haber llegado al ocaso de su carrera.

Esta temporada, que comienza a dar sus primeros pasos parece la última oportunidad para un proyecto, el de Mark Cuban, que año tras año durante el último lustro ha sido de una importancia capital en la poderosa Conferencia Oeste.

El G-5, en la treintena

Su media de edad es de 27,8 años y su G-5, si llamamos así a los que pinchan y cortan en el sistema de juego del entrenador jefe Rick Carlisle, se mueve entre los 28 años del alero Josh Howard y los 35 de Kidd, pasando por los 33 de Jerry Stackhouse, los 31 de Jason Terry y los 30 de Dirk Nowitzki. Demasiada gente con demasiados años para salir en la tele. Y encima, sin un soplo de aire fresco.

La nueva situación de pregeriátrico no ha hecho más que acentuar unas carencias que estaban ahí hace menos de un cuarto de hora. Los Mavs carecen de un pívot y sufren el error que supuso pagarle un dineral a Erick Dampier. En todo este tiempo, el único recambio que ha tenido Dampier ha sido otro cinco irregular como es Desegana Diop. Aparte del quinteto que se jugará los cuartos en los momentos clave, en Dallas hay poco y el desgaste puede ser un duro enemigo a lo largo de una larguísima temporada regular de 82 partidos.

Por si fuera poco, los rumores ya sitúan a Jason Kidd fuera del equipo en los próximos meses, sin tiempo para que el hijo pródigo desarrolle el plan que presentó cuando llegó.

Traspaso

Aunque Dallas Mavericks ya negó hace unas semanas un rumor que colocaba a Kidd en los New York Knicks, varios medios sitúan al base en la órbita de Portland Trail Blazers.

Juventud

El díscolo base-escolta Gerald Green y el alero Brandon Bass parecen los únicos jugadores jóvenes con alguna posibilidad de abrirse un hueco entre la rocosa y longeva plantilla de los Dallas Mavericks.

El impuesto de lujo en pro de la igualdad

En la NBA existen dos topes que buscan que la competición no sea adulterada por el poder económico y, por lo tanto, adquisitivo de algunas franquicias que se verían beneficiadas por su situación geográfica o por su asociación a un nombre. El primer tope es el salarial. Un índice que muestra a las franquicias la cantidad que pueden gastarse en pagar a sus jugadores. Pero esa primera barrera de autocontrol en pro de una liga más democrática no es insalvable. De hecho, mediante el impuesto de lujo, hasta ocho franquicias actuales, entre ellas Dallas, se permiten superar el tope salarial. Y lo hacen aportando a la liga la misma cantidad en la que se exceden del tope salarial. La NBA reparte lo recaudado entre los equipos que sí cumplen las reglas. Entre este sistema de penalizaciones y la lotería del draft, el sistema de competición de las grandes ligas busca que todos los equipos puedan optar al título. I.F.

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