La profunda división que padece el pueblo palestino se hizo ayer, si cabe, más patente con motivo del cuarto aniversario de la muerte en extrañas circunstancias del rais Yaser Arafat. Aunque sin la virulencia de la conmemoración del pasado año, en la que murieron ocho personas, los incidentes se reprodujeron ayer entre los militantes de Hamas y al-Fatah, que aparecen más enfrentados que nunca y sin perspectivas claras de acercamiento después de que fracasara el intento de recuperar la unidad nacional que debía haberse abordado esta misma semana en El Cairo.

El primer ministro de la Autoridad Palestina (AP), Salam Fayad, ha aprovechado los actos oficiales de conmemoración en Ramala para abogar por que «se cierren las puertas de la división y la fragmentación». Sin embargo, este discurso colisiona frontalmente con la realidad de la política represiva de la Autoridad Palestina, cuya Policía desarrolla continuas redadas contra miembros de Hamas. Actualmente se contabilizan hasta quinientos detenidos sobre los que no pesa cargo alguno, a pesar de lo cual se les niega la puesta en libertad. Casualidad o no, desde la muerte de Arafat, tras la que no pocos han visto la mano negra de los servicios secretos israelíes, la situación del país se ha deteriorado exponencialmente. Y, entretanto, el Ejército israelí prosigue con su bloqueo contra la Franja de Gaza.