Crónica | Ambiente
Apoyo incondicional a un equipo con galones: resumen desde el «palace»
La Copa es una competición especial, qué duda cabe. Los seguidores del Real Unión que no pudieron viajar a Madrid apoyaron a los suyos desde la distancia y festejaron la épica eliminación del Real Madrid como si estuvieran allí mismo. Las emociones se acumularon ante la pantalla gigante del «Palace».
Aitor CASTEJÓN
Un equipo con pedigrí, con historia, con títulos... y, lo que es más importante, con una afición para quitarse el sombrero. Porque casi mil aficionados del Real Unión, repartidos en ocho autobuses y en vehículos particulares, viajaron a Madrid para acompañar a su equipo del alma en el Santiago Bernabéu y dar la campanada ante el equipo merengue. Y porque los establecimientos hosteleros de Irun fueron un hervidero de apasionados seguidores que empujaron desde la distancia a todos sus admirados jugadores. Sabían que el milagro era posible y no cejaron en su empeño hasta lograr su gran objetivo. Una nueva gesta para el Unión.
Los carteles que anunciaban el partido en la entrada de casi todos los bares recordaba a los irundarras la cita ineludible que iba a tener lugar a las nueve de la noche. Apenas se notaba nada especial en las calles de la localidad hasta cinco minutos antes, pero para la hora señalada la gente comenzó a llenar los distintos establecimientos irundarras. Concretamente, un servidor pudo seguir el choque en la inmensa pantalla de la Cafetería Palace y vibrar junto a los aficonados que allí se dieron cita.
Dudas, alegría... fiesta total
La primera sensación fue amarga. La decisión del técnico irundarra Iñaki Alonso de dejar fuera de la convocatoria a Josu Villar, uno de los héroes en el partido de ida con sus dos asistencias de gol, creó ciertas dudas. El objetivo del entrenador era que todos los jugadores de la plantilla tuvieran la oportunidad de poder jugar contra el Real Madrid. La intención es loable, pero cuando se tiene el pase tan cerca, las cosas cambian.
De todos modos, las reflexiones sobre la convocatoria pasaron a mejor vida cuando Paul Abasolo marcaba el 0-1 en el minuto 14 de la primera mitad. El himno del Real Unión comenzaba a sonar a todo volumen en los altavoces, mientras los espectadores no acababan de creerse el «meneíto» que su equipo le estaba dando al todopoderoso Real Madrid. Ni el fallo de Eduard en el gol de Raúl, ni el gol anulado injustamente a Saviola -¿quién se acuerda ya de eso?- lograron calmar la alegría de los irundarras que, aunque con el lógico temor de enfrentarse a un grande, festejaba en el descanso el buen trabajo de los suyos. Cómo no, el himno volvía sonar sin escrúpulos.
La reanudación no pudo ser más esperanzadora, con Salcedo marcando el 1-2 nada más comenzar la segunda mitad. Pero el paisaje cambió a partir de ese momento y la ilusión se convertía en incertidumbre. Raúl lograba el empate en el 50, golazo de Bueno en el 68 para hacer el 3-2 y, cuando los incondicionales se preparaban para la prórroga, jarro de agua fría con un «churrigol» de Raúl, cómo no, el de siempre, como dijo aquel.
Pero las buenas historias son las que acaban bien, y el magnífico testarazo de Eneko Romo en el 90 desataba finalmente la euforía entre los aficionados que se resistían a retirarse a casa. Bocinazos en la carretera, cazuelas en forma de tambor en los balcones... y fiesta, sobre todo, fiesta. Al Madrid no se le elimina todos los días, y menos en el Bernabéu. ¡Que suene el himno!
El subidón fue tal que varios seguidores comenzaron a hacer sus quinielas de cara a la próxima eliminatoria: Barcelona, Valencia... Lo que todos tenían claro es que en la siguiente ocasión quieren estar con el equipo allí donde juegue.