Maite SOROA | msoroa@gara.net
Hasta «El País» se preocupa
El despropósito que, revestido de reforma del Código Penal, prepara el Gobierno de Rodríguez Zapatero para encarcelar de por vida a los independentistas vascos que ellos elijan es tan gordo que hasta en su propia casa despierta recelos.
El editorialista de «El País» ya advertía que la reforma en cuestión «sin duda, resultará polémica». Por lo menos polémica, habría que agregar.
Recuerda el editorialista que «inicialmente, la reforma prevista se ceñía a los delitos sexuales, sobre todo los relativos a menores como la pederastia y la pornografía infantil, atacando muy duramente el lucro derivado de esta odiosa actividad criminal. Ése fue al menos el mandato que recibió el Gobierno del Congreso en junio pasado, tras la conmoción causada por el asesinato de la pequeña Mari Luz a manos de un pederasta», y ahora la cosa se extiende, según «El País», «como efecto sobre todo de la puesta en libertad del etarra De Juana y la conmoción causada por su posible regreso al País Vasco». ¡Pero si el que quiere que vuelva es el juez!
No oculta el escribiente de Prisa que la nueva chapuza «se convierte en una especie de cadena perpetua camuflada». Lo que sería de todo punto inconstitucional.
Y alerta, además, del peligro de hacer el ridículo: «La iniciativa es jurídicamente novedosa pero también arriesgada. No se escapa al peligro que entraña para los derechos individuales, por más que su aplicación quede en manos del juez, que puede incluso anularla si existe un pronóstico positivo de reinserción. Sobre la conveniencia de establecer algún tipo de control o medidas de seguridad sobre los delincuentes sexuales, en especial si la víctima es menor o incapaz, una vez ya cumplida la condena, existe un amplio consenso social e incluso doctrinal. Y ello en razón de su propensión a reincidir. Llama la atención, por ello, que la nueva pena accesoria de libertad vigilada, que se justifica por el riesgo de reincidencia, se pretenda aplicar también a los terroristas. La experiencia dice que muy pocos vuelven a la lucha armada o se reintegran a la organización, por más que rehúyan cumplir los requisitos formales de la reinserción». Entonces, ¿a qué viene la cosa? No es difícil adivinarlo.