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Mikel Arizaleta Traductor

¡Kaixo, Santi!

Escribe Karlheinz Deschner en el tomo IX de La historia criminal del cristianismo: «El general duque de Alba, Fernando Álvares de Toledo, debía echar abajo en 1567, en los Países Bajos, cualquier oposición a Felipe II, a todo holandés que pusiera en tela de juicio su dominio, e implantó el Consejo de los Disturbios (Conseil des Trobles), llamado por el pueblo `consejo sanguinario', todavía en nuestros días loado por algunos historiadores como `codificación y humanización de la jurisdicción criminal' (van der Lem). En realidad el `Consejo sanguinario' apoyó y sustentó un régimen de terror de seis años para los Países Bajos, que intentaba constituirse como pueblo, el prototipo de la odiada dominación extranjera... Sólo en la revuelta de 1566/1567, el `Consejo sanguinario' condenó a 9.000 personas más o menos involucradas a la pérdida total o parcial de sus bienes; más de 1.000 fueron liquidadas... Se dieron encarcelamientos masivos, ejecuciones masivas. Se dieron asesinatos de estado en serie por la espada, la horca y la hoguera. Y como una y otra vez los consagrados a la muerte (menuda palabreja) en sus últimos minutos se manifestaban en pro de sus convicciones y su fe o, en palabras del mismo Alba, `se nos dice que algunos delincuentes incorregibles, cuando son conducidos a la muerte, no paran de pronunciar irreverentemente el nombre de Dios y de esparcir su veneno, de ahí que ordenemos y queramos que a tales personas en su ejecución se les tape la boca de manera que no puedan hablar'. El tirano fanfarroneaba y se jactaba de haber asesinado a 18.600 personas durante su gobierno, `la mayor parte por religión', a juicio del código civil del `Consejo sanguinario' casi todos los neerlandeses eran culpables de muerte... Pocos meses antes de su orden de regreso, en agosto de 1573, Alba animó al rey Felipe II `a desprenderse de la ilusión de que alguien fuera capaz de conseguir alguna vez algo en estas provincias con la clemencia'. Y en diciembre insistió también a su sucesor, don Luis de Requesens, a proceder `sin los instrumentos de la clemencia, ternura, negociaciones y conversaciones, a proseguir con la fuerza de las armas... hasta que haya sido desmantelada toda resistencia'... De modo que continuaron siendo asaltadas las ciudades y saqueadas bajo una violencia inaudita, así Malinas durante tres días enteros y de modo parecido Zutphen. Un comandante de Orange escuchó el grito de lamento de las víctimas a muchas millas, Zutphen fue arrasada, lo mismo que Naarden, donde los habitantes se reunieron obedientes y desarmados en la iglesia grande y los españoles les mataron a cuchilladas, según la comunicación de victoria por parte de Alba al rey `no escapó ningún hijo de madre'... Pero la verdad es que Alba fracasó con toda su crueldad».

Nos relataba Fede de los Ríos, el 29 de octubre en GARA, una vivencia de infancia: «Cuando pequeño -cuenta- solía visitar a mis abuelos paternos en un pueblecito de Zamora. Allí conocí a Águeda, una anciana socialista represaliada de la Guerra Civil. En el pueblo, en voz baja, decían que un grupo de falangistas la habían violado durante la guerra. El jefe de la cuadrilla era el farmacéutico, por aquél entonces aún en activo. Eran los años 70. La mujer siempre me decía: `Ay, hijo, lo que más me pena es que voy a morir antes que el cabrón de Franco'.

Pero Franco murió y llegaron las elecciones municipales en el 79. Cuando los socialistas fueron a presentar candidatura se encontraron con una candidatura socialista ya inscrita. El primero de la lista era el director de la Caja de ahorros, un sinvergüenza que tomaba café con el cabo, el alcalde, el cura y el farmacéutico. Ese agosto, más triste que nunca, me confesaba: `Ay, hijo, lo que más siento es no haberme muerto antes que Franco, para no ver a sinvergüenzas al frente del partido. Nos robaron la vida y ahora, estos malditos, nos están robando los ideales'».

El 16 de noviembre de 1999 escribía yo en GARA, bajo el título «Quince años de recuerdos»: «Aquel 20 de noviembre de 1984, hace ya veinticuatro años, también era otoño y hojas de mil colores se arrastraban perezosas por los suelos de la villa de Bilbo. Eran las seis y unos minutos cuando en la Alameda de Recalde 12, en la consulta del pediatra Santi Brouard, sonaron tiros de metralleta italiana y de pistola checoslovaca. A las armas dos matones a sueldo, un Ocaña y el Morcillo, en la recámaras fuerzas militares y el criminal puño del gobierno del PSOE. En la calle, el otoño hecho noche y el corazón roto y doliente de mucha gente. Y un grito unánime: `PSOE, GAL, berdin da'. En octubre de 1983 había nacido una organización, apoyada desde los aparatos del Estado, dedicada exclusivamente a hostigar a los refugiados vascos en el Estado francés. El GAL recogía la tradición del Batallón Vasco Español, pero ahora, bajo la dirección del PSOE. El secuestro de José Ignacio Zabala y José Antonio Lasa, el 15 de octubre de 1983, fue la ópera prima del GAL... Por aquellos días Felipe González, al mismo tiempo presidente del Gobierno del Estado español y secretario general del PSOE, había esculpido en dos frases su política de guerra: `La guerra sucia es un elemento orgánico de los regímenes occidentales. La democracia se defiende en los salones y también en los desagües'. La doctrina había sido formulada y la práctica iba produciendo regueros de dolor y sangre. Efectivamente, el juez que investiga el asesinato de Santi sostiene que el atentado del 20 de noviembre de 1984 fue planificado el 7 de diciembre de 1983 en un salón del hotel Ercilla de Bilbao y da la lista de los actores secundarios: Los policías Amedo y Planchuelo preparan el atentado, el gobernador psoero Sancristobal busca los filones de financiación, el guardia civil Masa recluta a los pistoleros, los matones Morcillo y Ocaña disparan y los policías Planchuelo, Rosino y Martínez Torres, el primero haciendo que se retire la escolta del Instituto Francés del edificio del crimen, el segundo frenando la investigación policial y el tercero atribuyendo engañosamente la acción a miembros de ETA, colaboran en la puesta de escena del maquiavélico drama. El juez no cita a los actores principales y hoy, 15 años más tarde, uno se pregunta ¿cuál fue en concreto el papel de Felipe González en el asesinato de Santi? ¿Cuál el de José Barrionuevo, el de Rafael Vera o el de Andrés Cassinello? Tampoco olvidemos que por entonces Ramón Jaúregi era el delegado del Gobierno en el País Vasco, José María Benegas el secretario general del PSOE, García Damborenea el secretario en Bizkaia e Iñaki López gobernador civil de Bizkaia». Hoy podría añadir: y Rodolfo Ares el correveidile de gran parte de ellos.

Con motivo de las jornadas, habidas en el Ilustre Colegio de Abogados de Bizkaia en Bilbo sobre «El derecho de defensa frente a los tribunales y legislaciones excepcionales», el 24 y 25 de octubre, contaba Xabier Makazaga, miembro del Comité antitortura, que: «Fue el año 1992 cuando torturaron salvajemente a Kepa Urra (el único caso desde 1986 en que ha habido una sentencia firme por torturas relacionadas con el conflicto político, aunque las personas torturadas hayan sido miles), y resulta que al menos uno de los condenados, José María de las Cuevas Carretero, también era miembro de la USE (Unidad de Servicios Especiales) de la Guardia Civil. Pues bien, tras la condena fue recibido por el presidente Aznar en La Moncloa y el Gobierno le concedió el indulto el 16 de julio de 1999, tras lo cual dicho torturador empezó a tomar habitualmente parte en congresos internacionales en representación del Estado español, y en 2001 recibió, en tanto que representante de la Policía Judicial, a los miembros del CPT del Consejo de Europa que realizaron una visita a España».

Amnistía Internacional y, sobre todo, los detenidos y abogados vienen denunciando desde años la tortura a detenidos políticos vascos por parte del Gobierno español. Una peste de indignidad y, como se ve, de españolidad o, cuando menos, castellanidad, que viene de lejos: a la aniquilación de indios en América del Sur denominaron los españoles y sus historiadores descubrimiento, los nativos de aquellas tierras, antes y ahora, llamaron y llaman masacre y pogrom; también a María la Católica, María Tudor o María la Española los ingleses en su tiempo la denominaban Bloody Mary, Mari la Sanguinaria. Tras los gobiernos de conquista de España y su justicia se dibujan regueros de sangre.

Seguimos con un gobierno, que se dice demócrata, pero que los abertzales de Euskal Herria seguimos llamándole, con la misma o parecida razón que otrora los holandeses e ingleses, sanguinario. Psoe Gal berdin da. Sus funcionarios, jueces y policías, se han convertido en verdugos de unas gentes que quieren ser lo que son: un pueblo, Euskal Herria. No cabe la menor duda: de vivir hoy, Santi Brouard, hace 24 años asesinado por ellos, estaría en la cárcel, condenado por terrorista por una Audiencia Nacional que muy bien pudiera denominarse hoy, como en tiempos de Alba, Conseil des Trobles. Tan criminal como entonces. Y tampoco les quepa la menor duda de que hoy la Ertzaintza habría colaborado en la detención de Santi, como en tiempos colaboraron holandeses e ingleses y algún sudamericano con los sanguinarios españoles. Pero debemos recordar en memoria de Santi que Alba fracasó con toda su inmensa crueldad.

Te recuerdo con flores frescas

mirando a la mar de tu Lekeitio querido,

polvo viejo del otoño,

compañero de ilusiones.

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