La visita de Mariano Rajoy a Iruñea para dar su bendición a la recién inaugurada sede del PP tras su ruptura con UPN se convirtió ayer en un previsible acto de adhesión al líder gallego, que no se cansó de repartir besos y abrazos entre un centenar largo de personas. El paseo callejero ha devuelto al primer plano informativo y editorial la polémica creada por la separación, que ayer Rajoy calificaba de definitiva al declarar que el PP «no se disolverá nunca más» en Nafarroa.

Sólo el tiempo aclarará si los cálculos de Sanz y su guardia pretoriana han acertado y consigue convertir al PP en una fuerza residual en la Comunidad foral; o si, por el contrario, la división se va acentuando y se traslada al tejido social hasta provocar que la derecha vuelva a la oposición, donde estaba antes de la fusión de 1991. Ante ese escenario y con las citas electorales aún en lontananza, Sanz sabe que su futuro depende en buena medida de que sea capaz de mantenerse en el poder con o sin la ayuda del PSN. La historia reciente ha demostrado en sobradas ocasiones que los ideológicos no serán obstáculos serios para que ambos partidos lleguen a los acuerdos necesarios, especialmente si Pepe Blanco sigue moviendo los hilos en Ferraz. El reto es, entonces, para quienes apuestan por romper esta visión monolítica y recobrar paulatinamente para Nafarroa la independencia histórica perdida.