Rosa M. Martin
Funcionarios de prisiones y familias
Supongo que este escrito de protesta por el trato de los funcionarios de prisiones con los que me ha tocado tratar sólo interesa a las personas que tienen en prisión algún familiar o amigo, pero sería interesante que la gente se enterase de cómo funcionan algunos estamentos oficiales, dado que nunca se sabe cuando te va a tocar. Yo jamás pensé que podría verme en esta situación, con mi hijo en la cárcel, sin juzgar pero cumpliendo como si fuese culpable; en fin, ésa es otra historia.
Mi hijo es preso político, pero en este caso da lo mismo, porque los funcionarios de prisiones tratan sin ningún respeto tanto a familiares de políticos como de sociales.
Cuando alguien ingresa en un hospital, residencia o centro público o privado, lo primero que se le explican son las normas que rigen en dicho centro para las visitas, paquetes... Bien, pues en la cárcel nadie te explica nada, y si insistes pidiendo información en ventanilla, te dicen que te retires, que estas entorpeciendo.
Yo he estado desde las 9:00 de la mañana hasta las 19:00 llamando a un teléfono de la prisión para confirmar una visita y no han contestado, y han descolgado, les he oído y tengo testigos de lo que digo, llamaba desde la oficina y ponía el manos libres.
Después me he enterado que se puede confirmar la visita de una semana para otra en ventanilla, pero me han informado otros familiares, no el funcionario.
Cuando pasas a ver a tu familiar, te sientes tan humillada y triste que es imposible trasmitir optimismo a tu ser querido.
En una ocasión un Funcionario salió a donde están las ventanillas y, como había mucha gente, nos gritó textualmente: «¡Es la segunda vez que les mando callar, si continúan así se van todos a la calle!»
Si esta forma de tratarnos, la tuvieran los funcionarios de Hacienda, Seguridad Social, etc., pondríamos el grito en el cielo y pediríamos hablar con un superior, pero la cárcel no es lo mismo. Si reclamas respeto te dejan sin ver a tu familiar, por eso esos funcionarios abusan y nos tratan como si fuéramos indeseables, sin darse cuenta de que esta situación no la desea nadie.
En fin, no quiero que los funcionarios sean simpáticos y amables, sólo que sean igual de respetuosos que nosotros, que no abusen de nuestro miedo, que no deberíamos tenerlo, pero ellos no hacen nada para que cambiemos de opinión; y, si es posible, que nos den una buena información de la normativa penitenciaria para familiares y amigos. Nos evitaríamos muchos problemas.
Mejoremos la convivencia y procuremos cumplir con nuestro cometido lo mejor posible, y si no podemos hacerlo sin herir a nadie, lo mejor es irse a casa. Quede claro que sólo hablo del funcionariado que me ha tocado tratar, y quien cumpla bien con su trabajo no se sentirá enjuiciado.